Jametz: Una lección de humildad
Tomemos harina de trigo. Mezclémosla con agua. Hagamos una masa y dejémosla reposar unos cuantos minutos a temperatura ambiente. Al poco tiempo comprobaremos que la masa comienza a inflarse y agrandarse. A este fenómeno se lo llama en hebreo Jimutz, o sea, fermentación. La masa fermentada es Jametz.
El hombre, el individuo libre, vive expuesto a una sobredimensión de sí mismo. La sociedad moderna -en su afán de hacernos buenos consumidores- nos entrena al egocentrismo y al hedonismo. El sujeto que todo lo tiene dispone de un poder que fácilmente degenera en arrogancia.
Desde siempre nuestros sabios compararon al Jametz con la soberbia. A la masa que por si misma comienza a agrandarse con el nombre que engrandece su ego.
En Pésaj, con el mismo esmero que eliminamos todos los restos de Jametz de nuestras casas, debemos borrar todo vestigio de soberbia de nuestros corazones.
¿Qué es la humildad?
La humildad no es rebajarnos o humillarnos. Es asumir nuestra verdadera dimensión y concientizarnos de nuestro espacio en este mundo.
Humildad es saber nuestros límites. Respetar los derechos del prójimo. Reconocer a Quién nos ha dado todo lo que tenemos.
La humildad es la esencia de la autoestima, de la paz con uno mismo. El soberbio es un ser vacilante que busca desesperadamente compensar su inseguridad personal con la aprobación de los terceros. Es dependiente del aplauso ajeno.
Sólo el humilde es verdaderamente libre. El soberbio se adapta a sus propias carencias, se niega la libertad de corregirse. La arrogancia es un Faraón que tiraniza nuestras vidas, pues condena a nuestra personalidad al estancamiento.
Humildad es recordar que en el prójimo hay un ser humano igual a nosotros, que merece dignidad y respeto, que tiene derecho a ser escuchado y comprendido.
El soberbio es egocéntrico, esclavo de sus propios intereses, sólo le importa el otro en función de sÍ mismo.
La humildad nos coloca en nuestro lugar exacto también frente al Creador: El mundo es un granito de arena en el infinito universo, y el ser humano, un granito de arena en esta gigantesca tierra. “A D’s respeta y Sus mandamientos guarda porque ese es todo el hombre” (Kohelet)
La arrogancia es la principal barrera entre el hombre y Dios: El soberbio no puede tolerar la presencia de Alguien que le enseñe “lo que debe hacer con su vida”.
El orgullo es una película de plata detrás de un cristal: No nos permite ver más allá de nuestra propia imagen.
Pésaj es una lección intensiva de humildad: debemos aprender a vivir en libertad sin caer en la arrogancia.