Volando con el Viento
Si bien nosotros podemos saber qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, eso no significa que todos los demás también lo saben.
Puede ser que en algún momento nos encontremos con personas que se comportan de una manera que sabemos que es incorrecta. Tal vez incluso nos invitan a participar, y la idea de intentar algo diferente podría parecer interesante o emocionante.
En esos casos, ¿qué debemos hacer? ¿Sería realmente tan malo averiguar de qué se trata?
La parashá de esta semana nos da un consejo muy claro: mantente lejos de los problemas – simplemente no vale la pena.
En relación a aquellos que incitan a los demás a actuar de manera auto destructiva, Dios dice: "no hagas lo que te digan, ni siquiera los escuches".
Una persona sabia posee suficiente seguridad en sí misma y en sus valores propios como para mantenerse fuera de problemas y alejarse de las personas problemáticas.
En nuestra historia un chico se abstiene de involucrarse en problemas.
"Volando con el Viento"
11:00 A.M., la campana del recreo de la Escuela sonó con fuerza generando la salida de olas de niños desde las aulas hacia los espaciosos patios de juego.
El recreo de hoy parecía un extra especial, ya que había llovido durante toda la mañana y todos pensaron que deberían permanecer dentro de las aulas. Pero luego felizmente, salió el sol.
Alejandro se estiró y respiró un poco de aire fresco. Él no estaba seguro de cómo aprovecharía su recreo. Por lo general, él pasaba el tiempo con sus mejores amigos Matías y Daniel, pero Daniel estaba en casa enfermo con gripe y Matías no aparecía por ninguna parte. Alejandro contempló una vez más el agitado patio de juegos y decidió dirigirse a la cancha de baloncesto para lanzar unos cuantos tiros con algunos de los chicos de su clase.
Él apenas había dado dos pasos cuando una gran ráfaga de viento arrancó con fuerza de su cabeza su nueva gorra de béisbol, que comenzó a rodar a lo largo del patio de la escuela. "Sólo espero que no caiga en un charco", dijo Alejandro asustado, y comenzó a perseguirla.
Pero la gorra pareció cobrar vida propia y voló hasta que finalmente se detuvo a lo lejos, en la parte abandonada del patio de la escuela, contra la reja del edificio de servicio.
Alejandro, casi sin aliento por la persecución, finalmente alcanzó su gorra y se agachó para recogerla. Estaba a punto de alejarse cuando oyó unos sonidos extraños que provenían de la parte trasera del edificio. Sonaba como música y risas. El instinto de Alejandro le decía que se alejara de aquel lugar que se encontraba oficialmente fuera de los límites de los estudiantes. Pero la curiosidad se apoderó de él y decidió investigar.
Él se abrió camino a través del estrecho espacio que había entre la reja y la pared del edificio. Cuando llegó a la esquina se asomó, y se sorprendió al ver a todo un grupo de chicos, la mayoría de ellos más grandes que él, divirtiéndose detrás del edificio.
"Ellos no deberían estar aquí", pensó Alejandro, mientras miraba a los chicos que reían tontamente y se empujaban unos a otros. Le pareció oler también humo de cigarrillo.
Él se quedó paralizado en su lugar cuando algunos de los niños notaron su presencia. "¡Hey pelirrojo, vamos, únete a nosotros!", gritó un muchacho alto y delgado. "¡Sí, no te preocupes, no te vamos a comer!", agregó otro.
Pronto, sin embargo, los chicos se distrajeron nuevamente con sus payasadas y Alejandro volvió a sus pensamientos.
Al principio Alejandro pensó: "¿Por qué no?, será una experiencia novedosa, después de todo, no tengo nada mejor que hacer en este momento". Él dio un paso adelante, pero en ese mismo instante se detuvo. "¿Qué estoy haciendo?", pensó. "Estos chicos no son buenos para mí. Ellos están haciendo alboroto, están haciendo cosas que son incorrectas, y ahora, ellos quieren que yo me una. ¡De ninguna manera!".
Alejandro se dio media vuelta y caminó rápidamente hasta el patio principal. De pronto vio una cara familiar. ¡Era su amigo Matías, que sostenía en su mano un balón de baloncesto! "Oye, ¿dónde has estado?", preguntó Matías. "¡Te he estado buscando por todas partes!", añadió con su sonrisa amistosa.
Alejandro también sonrió, feliz de ver a su amigo y de estar de vuelta en tierra firme. "Yo estaba, eeee... volando", dijo enigmaticamente. "Pero ahora estoy de vuelta en la Tierra. ¡Vamos a jugar!".