Dar Todo
El Rabino Israel Báal Shem Tov vivía en una casa alquilada y ganaba el
sustento con gran modestia. Solía distribuir entre los pobres y en acciones de
beneficencia el dinero aportado por sus seguidores y allegados, sin conservar
nada para sí.
También solía gastar su dinero en hombres pobres y deshonestos. Cierta vez
fue apresada una banda de ladrones, que fueron entregados a las autoridades,
sometidos a juicio y condenados a largos períodos de prisión. Sus familias se
vieron sumidas en la pobreza y la indigencia, y Báal Shem Tov las ayudó en toso
ese lapso.
Una vez que los ladrones salieron de la cárcel, ningún judío de Medzibezh
quiso darles trabajo, y cuando empezaron a mendigar de puerta en puerta nadie
les permitía entrar, por miedo a que volvieran a robar. El Báal Shem Tov tomó
conocimiento de esto y
nuevamente trató de ayudar a las familias. Cuando sus propios familiares o discípulos manifestaron asombro ante esa actitud, les dijo:
nuevamente trató de ayudar a las familias. Cuando sus propios familiares o discípulos manifestaron asombro ante esa actitud, les dijo:
“En momentos difíciles también yo necesito ladrones. Cuando el peso de la
ley recae sobre toda la congregación por las acciones deshonestas de algunos,
los acusadores triunfan y las puertas de la misericordia se cierran. A cambio
de la beneficencia que hago con estas personas deshonestas, los ladrones pueden
forzar los candados y abrir esas puertas de par en par ante mí”
Cierta vez entró Rabí Israel Báal Shem Tov con su único hijo, Rabí Tzví, que
aún era un niño, a la casa de uno de los judíos más ricos de Medzibezh, en la
que vieron vajilla de oro y plata y muebles muy refinados. El pequeño Tzví sintió envidia y al
salir, su padre le dijo:
“He notado que sentías envidia en la casa de ese judío acaudalado. En la
casa de tu padre tienes una vajilla muy sencilla, y nunca habías visto
utensilios de oro y plata.
Créeme, hijo, que si tu padre tuviera dinero suficientecomo para comprar muebles
vistosos y vajilla de lujo, no lo haría, sino que lo repartiría entre los
pobres, y donaría el dinero restante al fondo de beneficencia, sin conservar
nada para sí”.