Yom Haatzmaut: Israel hoy, un sueño hecho realidad
El lugar de nacimiento del pueblo judío es la
Tierra de Israel. Ahí se desarrolló una considerable parte de la larga historia
de la nación, de la cual los primeros mil años se encuentran registrados en la
Biblia
La historia judía empezó hace aproximadamente
4000 años con el patriarca Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob. Documentos
descubiertos en Mesopotamia, que se remontan a la primera mitad del segundo
milenio antes de la Era Común presentan aspectos de su vida nómada, que se
describen en el libro de Génesis.
Después de cuatrocientos años de esclavitud, los
hebreos fueron conducidos a la libertad por Moisés, quien, de acuerdo a la
narración bíblica, fue elegido por D-os para sacar a su pueblo de Egipto y
retornarlo a la Tierra Prometida.
Durante los siguientes dos siglos, los
israelitas conquistaron gran parte de la tierra circundante, y abandonaron sus
costumbres nómadas, transformándose en campesinos y artesanos.
Vamos a imaginarnos que nos encontramos en el
año 1004 AEC, cuando David compra a la jebusita Arauna un granero en el Monte
Moriah, derrota a los filisteos y extiende el Reino de Israel desde el mar Rojo
hasta Aram Zoba, país arameo que hoy es Alepo, Siria. David convirtió a Israel
en una importante potencia, unió a las doce tribus de Israel en un solo reino.
Pero la obra más brillante y grandiosa de David fue la conquista de Jerusalén
de manos de los jebuseos. David fue nombrado rey de todo Israel y escogió a
Jerusalén como el centro de la vida religiosa y política de su pueblo. La
Biblia lo considera como el más grande de los monarcas de Israel. A su muerte,
fue sepultado en su ciudad, Jerusalém.
La historia de Israel comienza en una época en
que la ciudad de París no se llamaba ni siquiera Lutecia y Londres era apenas
un lodazal que no habitaban ni los anglos ni los sajones.
Pero hagamos memoria para que se comprenda bien
el milagroso hecho del retorno a la tierra de sus ancestros y su increíble
desenvolvimiento que ha sido objeto de admiración de todas las naciones del
orbe.
Comencemos pues por el nombre de Palestina. Se
deriva de la voz Palastu, con los que los antiguos asirios designaban la tierra
de los filisteos, pueblo egeo que se estableció al sur del país, hacia el año
1300 AEC. Ese pueblo desapareció completamente de la faz de la Tierra y al
igual que otros pueblos, como los asirios, babilonios, fenicios y tantos otros
que dominaron en su momento al mundo occidental conocido, no dejando más que
ruinas y monumentos. La única civilización del Medio Oriente que no desapareció
fue la judía, porque su pueblo conservó siempre su religión, su fe y sus
tradiciones. Este territorio de los filisteos de cuya denominación se deriva el
vocablo Palastu, recibió el nombre de Eretz Israel, que significa Tierra de
Israel después de la conquista y su establecimiento por los hebreos. Este
último nombre fue adoptado por el movimiento sionista para todo el territorio
palestino. En consecuencia, debe quedar bien claro que los poseedores de
Palestina fueron los judíos y que los que actualmente se hacen llamar
palestinos poblaron esta Tierra mucho tiempo después, y la que se hizo llamar
la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fue creada en mayo de
1964 por la Liga Árabe.
Y ya que hemos mencionado la capital de Israel,
debemos decir que, ubicada en el corazón de Israel, que separa el desierto del
mar, se halla una ciudad suspendida entre el cielo y la tierra. Una ciudad de
belleza y hermosura sin igual. Una ciudad de encanto y de historia. Una ciudad
que es inspiración de poetas. Esta ciudad se llama Jerusalém.
Pocos panoramas son tan bellos, pocas vistas tan
impresionantes como la resplandeciente y majestuosa ciudad de Jerusalém
(Yerushalaim), contemplada desde el Monte de los Olivos.
En las tempranas horas, cuando el rocío de la
noche brilla sobre las cúpulas, las torres y los techos planos de la ciudad,
cuando una neblina transparente descuelga su encaje de los muros y los rayos
del sol perforan la dura piedra, el visitante se asoma a una de las grandes
maravillas: la ciudad de Yerushalaim.
Al contemplar aquella magnificencia, uno se
asombra de observar la Ciudad Antigua, encerrada en un cinturón de murallas. Y
los rayos del sol del atardecer, antes de esconderse detrás de los montes, la
convierten en Yerushalaim Shel Zahav, en la “Jerusalém de Oro” ¡Tan poca geografía
y tanta historia!
Aquí se alzaba la ciudad del rey David. Aquí, en el ángulo del área de lo que fue el Templo de Salomón, uno mira y murmura: Aquí, todo comenzó.
Aquí se alzaba la ciudad del rey David. Aquí, en el ángulo del área de lo que fue el Templo de Salomón, uno mira y murmura: Aquí, todo comenzó.
Su hijo Salomón, el rey sabio, mandó construir
el Primer Templo con materiales importados de Tiro, ciudad de Fenicia en el año
955 A.E.C. Empezó su construcción en el cuarto año de su reinado y tardó siete
años en terminarlo.
La estructura del Primer Templo tenía tres pisos
de altura, estaba rodeada de una galería de columnas, un patio interior y otro
exterior. Fue hecha de piedra tallada, sus paredes recubiertas de cedro bordado
de oro.
En el año 586 A.E.C el rey de Babilonia,
Nabucodonosor, destruyó el Templo al capturar Jerusalén, saqueó todos los
tesoros y dejó el santuario en ruinas, llevando a todos los judíos cautivos a
Babilonia en calidad de esclavos. El recuerdo indeleble de ese desastre
nacional perdura hasta hoy día, conmemorándose el ayuno de Tishá BeAv, el
noveno día del mes de Av. Medio siglo después en el año 539 A.E.C, Babilonia
cayó bajo el dominio del poderoso rey Ciro de Persia, quien expidió un decreto
permitiendo el regreso de los judíos a Jerusalén. En el año 519 A.E.C, el rey
persa Darío mandó reconstruir el Templo por primera vez y la obra fue terminada
en tres años. La ciudad fue lentamente reedificada para adquirir su antigua
fisonomía. Se pobló densamente y se construyó un cinturón de murallas para
defenderla. La ciudad de Jerusalém fue nuevamente capturada por Antíoco
Epifanes de Siria y fue profanado su Templo. En el año 200 A.E.C fue invadida
por los griegos, y en el año 164 A.E.C, los Hasmoneos o Jashmonaim de Yehudá el
Macabeo la liberaron y purificaron su Templo.
Restablecieron el culto divino del Estado
Independiente. Jerusalén se transformó nuevamente en el corazón del pueblo
judío. Nosotros lo recordamos con el milagro de la fiesta de Janucá.
Después fue nuevamente conquistada por Pompeyo,
el general de las fuerzas romanas y en los años 20 y 19 A.E.C. El rey Herodes,
gobernador de Judea, a la muerte de su padre Antípater, que era protegido del
emperador romano César, comenzó a edificar palacios y ciudades para
congraciarse con los judíos. Herodes fundó Cesárea, de dimensiones y grandeza
monumentales y reconstruyó Samaria (Shomrón).
Jerusalém fue embellecida con teatros y
anfiteatros, pero la obra más célebre del reinado de Herodes fue la
restauración y reconstrucción del Segundo Templo, que duró ocho años. Siguió el
plano general del Primer Templo de Salomón. Al mismo tiempo, Herodes quien no
se consideraba judío, pobló al país de templos paganos. Herodes murió en el año
4 A.E.C. De este Templo quedan los restos del Muro de los Lamentos.
En el año 70 de la Era Común, el sanguinario
romano Tito destruyó el Templo y las fortificaciones. El Arco de Tito fue
erigido en el Foro Romano. Transportaron el candelabro de siete brazos a Roma,
anunciando el exilio y la Diáspora de los judíos, que duró dos mil años y,
aunque en el año 132 de nuestra era Bar Kojbá se rebeló contra el emperador
romano Adriano, resistiendo tres años y medio, finalmente cayó la última
fortaleza judía, la colina de Betar. Los romanos cambiaron el nombre de
Jerusalém y llamándola Aelia Capitalina.
Después de que empezó el largo destierro,
Jerusalén fue conquistada por los bizantinos, los árabes, los cruzados, los
mamelucos, los tártaros, los otomanos y los británicos. El 7 de junio de 1967,
en la Guerra de los Seis Días fue liberada la Jerusalém antigua, la Jerusalém
amurallada, la Jerusalém del Muro de los Lamentos, la capital del Estado de
Israel.
Es interesante hacer notar que para ninguno de
los reinos invasores significó jamás una patria. Para la religión musulmana, la
patria espiritual es la Meca, para los cristianos es el Vaticano: sólo para los
judíos es la eterna Jerusalém, en su propio Estado de Israel.
Debemos pues entender que el lugar de nacimiento
del pueblo judío es la Tierra de Israel. Ahí se desarrolló una considerable
parte de la larga historia de la nación, de la cual los primeros mil años como
ya lo mencionamos están registrados en la Biblia.
Es por ello por lo que, al conmemoramos los 70 años
de existencia soberana de Israel, recordamos aquel 14 de mayo de 1948, en que
Ben Gurión, primer Jefe de Gobierno, leyera la Declaración de Independencia en
el Museo de Tel Aviv, ya que Jerusalém estaba sitiada. Sus palabras fueron
escuchadas por la Asamblea y el mundo entero:
“El nuevo Estado de Israel, ha sido la cuna del
pueblo judío: aquí se ha forjado su personalidad espiritual, religiosa y
nacional; aquí ha vivido como pueblo libre y soberano, aquí ha creado su
cultura con valores nacionales y universales y ha legado al mundo entero el
imperecedero Libro de los Libros: la
Biblia.
Hacemos un llamado al pueblo judío en toda la
Diáspora a congregarse en torno al Estado de Israel y a secundarlo en sus
tareas de inmigración y construcción y en su gran empresa por la cristalización
de sus aspiraciones milenarias de redención del país”.
En esa hora definitiva podemos decir que los
pueblos arriban a veces a ciertas encrucijadas que requieren la elección de
alternativas decisivas, no solamente de índole socio-económico, sino también de
saber vislumbrar el futuro y comprender la esencia de la vida. Creemos que una
de tales encrucijadas fue la tragedia del Holocausto, clara demostración de que
los grandes hechos y cambios por los cuales pasa la humanidad encuentran a los
judíos siempre indefensos y de que no tenemos derecho, si es que queremos
subsistir, a confiar en que nuestros problemas y nuestro destino puedan ser
resueltos por los demás y no por nosotros mismos.
Esta convicción de preservar todos los valores
espirituales de nuestro pueblo nos impone una lucha a vida o muerte por el
derecho a la supervivencia. Sólo podíamos lograr este objetivo con la
existencia de un territorio propio e independiente, el Estado de Israel.
Rabino
Lic. Ruben Najmanovich
18.5.2018
// 4 de Iyar de 5778
70
años del Estado de Israel