Miembro de la resistencia polaca
y testigo del exterminio de los judíos, Jan Karski denunció los crímenes nazis
ante Roosevelt y el gobierno británico. Nadie le prestó atención.
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Jan Karski vivió impotente cómo invadían su país en
1939. Fue prisionero de los soviéticos y de los nazis, fue torturado
brutalmente por la Gestapo y
fue testigo de los horrores del Holocausto.
Sin embargo, lo que más le dolió en su vida fue no
ser escuchado. Como miembro de la resistencia, Karski alertó a los aliados
sobre lo que estaba ocurriendo con los judíos en Polonia. Y lo hizo en una
fecha tan temprana como 1942. Se lo comunicó al gobierno polaco en el exilio, a
los británicos y personalmente a Roosevelt en la Casa Blanca. Pero su
testimonio fue recibido con escepticismo. No le creyeron o no quisieron
creerle. Y cuando lo hicieron, ya era demasiado tarde.
Una vida truncada
Jan Karski, nombre de guerra de Jan Kozielewski,
nació el 24 de junio de 1914 en Lodz, Polonia. Se graduó en Derecho en la
Universidad de Lvov y comenzó una prometedora carrera como diplomático. En
agosto de 1939 fue movilizado por el Ejército ante la inminente invasión
alemana (tenía el grado de oficial de artillería).
La madrugada del 1 de septiembre, mientras dormía
junto a su unidad en Oswiecim (Auschwitz, en alemán), la Luftwaffe bombardeó el
campamento. Logró salir ileso y emprender la retirada hacia el este. Karski fue
capturado por el Ejército Rojo, que había invadido Polonia, y trasladado a un
campo de prisioneros en Ucrania.
Tras varios meses realizando trabajos forzados, un
golpe de suerte le permitió escapar nuevamente de la muerte. Como parte del
pacto de no agresión Ribbentrop-Mólotov, alemanes y soviéticos acordaron
un intercambio de prisioneros. Jan, que se había hecho pasar por soldado raso
(los oficiales no estaban incluidos en el trato), fue elegido para el
intercambio. De esta manera, sin saberlo, estaba evitando ser uno de los miles
de oficiales polacos que meses más tarde serían asesinados por los
soviéticos en el bosque de Katyn.
Entrada en la resistencia
Karski logró huir de los nazis y llegar hasta
Varsovia. Allí, a
través de un amigo, entró en contacto con la resistencia. Enseguida se puso a
su servicio. Gracias a su extraordinaria memoria, que le permitía trasmitir
información sin llevar nada escrito, y a su dominio de varias lenguas, entre
ellas el alemán, Jan comenzó a realizar labores de enlace con otros países.
En julio de 1940, mientras intentaba cruzar los
montes Tatras, en Eslovaquia, fue apresado por la Gestapo. Lo
interrogaron y torturaron durante días, pero Karski no delató a nadie. Cuando
estaba al límite de su resistencia, intentó suicidarse cortándose las venas.
Antes de ser devuelto a la prisión donde estaba encerrado, la resistencia logró
rescatarlo.
En cuanto pudo, Jan volvió a la actividad clandestina.
En 1942, fue elegido para una nueva misión. Debía viajar a Londres, adonde se
había trasladado el gobierno polaco, para informar al primer ministro
Wladyslaw Sikorski y a los aliados acerca de la situación en Polonia.
Visita al infierno
Antes de emprender el viaje, Karski debía reunir
pruebas. Para ello, se introdujo dos veces en el gueto de Varsovia. Allí, Jan
descubrió horrorizado cómo era la vida detrás de esos muros que habían
levantado los nazis dos años atrás. Karski salió de allí profundamente
conmocionado. No se lo podía creer. Sin embargo, aún no lo había visto todo.
Días después fue llevado de incógnito hasta Izbica, un campo de tránsito cerca
de Lublin que servía como punto de transferencia para los deportados antes de
ser enviados a su destino definitivo: el campo de exterminio de Belzec.
Disfrazado con el uniforme de los guardias
ucranios que custodiaban el recinto, Karski consiguió entrar en el campo.
Rodeado de suciedad y de un hedor insoportable, vio a miles de personas hambrientas
y enloquecidas esperando a que llegara el tren que los enviaría a la muerte. Cientos
de personas eran obligadas a subir a unos vagones de ganado. Los que no
podían o se resistían a entrar, recibían un disparo.
Un grito no escuchado
Después de ser testigo de estas atrocidades, Karski
fue consciente de la importancia de su misión. La vida de millones de
personas dependía de su capacidad para movilizar ayudas. Los líderes judíos le
dijeron que no había manera de parar esto desde dentro, a través de la
resistencia. La ayuda solo podía venir del exterior.
Karski partió hacia Londres con un microfilme
oculto en una llave y el recuerdo muy vívido de todo lo que había presenciado.
Cruzó Alemania, Francia y España hasta llegar a Gibraltar, desde donde embarcó
hacia Inglaterra. Allí se entrevistó con Sikorski, con los líderes de los
partidos políticos en el exilio, con el ministro de Exteriores británico
Anthony Eden y con el influyente periodista de origen judío Arthur Koestler.
También presentó su testimonio ante la comisión de crímenes de guerra de las
Naciones Unidas. Por último, el 28 de julio de 1943, se reunió con Roosevelt
en la Casa Blanca. No sirvió de nada. Su testimonio fue recibido con
escepticismo, y sus ruegos, con buenas palabras.
En un último intento por hacerse oír, Karski
escribió un libro contando sus vivencias. Historia de un Estado clandestino fue
publicado en 1944. El libro fue un éxito, con 400.000 ejemplares vendidos antes
del final de la guerra. Pero tampoco sirvió de mucho. El destino de Polonia se
había sellado meses antes en la Conferencia de Teherán. Churchill y Roosevelt habían realizado
numerosas concesiones a Stalin sobre los territorios de Europa oriental.
Después de la guerra se materializaron. Estados Unidos y Gran Bretaña retiraron
su reconocimiento al gobierno polaco en el exilio y se lo dieron al gobierno
prosoviético instalado en una Varsovia devastada.
Karski no volvió nunca a Polonia. Consiguió la
nacionalidad estadounidense y, tras doctorarse en la Universidad de Georgetown,
trabajó en ella durante treinta años como profesor de Ciencias Políticas
(Bill Clinton fue uno de sus alumnos). No volvió a hablar públicamente de
sus vivencias en la guerra hasta 1977, cuando el director Claude Lanzmann le
convenció para que apareciera en su monumental documental sobre el
Holocausto Shoah (1985).