segunda-feira, janeiro 28, 2013

Educación y Judaísmo

Educando Judíos o Judíos Educados

Judaismo e  Educação

Uno de los distintivos de la tradición judía es la importancia singular que se le otorga a la educación. La formación de las generaciones que aseguren la continuidad, es primordial en la jerarquización de los valores familiares. Nos referimos a una verdad tan evidente que en ocasiones olvidamos sus orígenes, porque la preocupación con la educación se ha convertido en parte integral de la identidad judía.

Los párrafos bíblicos que incluyen Shemá Israel y que son repetidos diariamente al menos dos veces, contienen el fundamento primario de esta enseñanza. En ellos leemos la instrucción veshinantam levaneja, “y los inculcarás a tus hijos”, vedibarta bam beshívteja beveiteja uveléjteja badérej uveshójbeja uvekumeja, “y hablarás de ellos cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te levantes”. La tradición interpreta esta cita como una instrucción evidente que exige que los padres enseñen a sus hijos. Sin embargo, debido a las numerosas ocupaciones y obligaciones de las mayorías, se descarga esta obligación a través de las escuelas. Efectivamente, el Talmud afirma zajor otó haish letov vihoshua ben Gamlá shemó, “recuerden aquel hombre para bien y Yehoshua ben Gamlá (según Rashí un Cohén Gadol de la época del segundo Bet Hamikdash) es su nombre”,... vetikén sheyihú moshivín melamdei tinokot bejol mediná umediná, “y legisló que se establezcan maestros de niños en todas las localidades”. Sin embargo, la obligación primaria recae sobre los padres para quienes la educación de sus hijos es una mitzvá de la Torá. Y una mitzvá proveniente de la Torá no puede anularse.

Se desprende de lo anteriormente señalado que el envío de los hijos a los colegios no libera enteramente a los padres de su responsabilidad bíblica. La escuela puede suplementar la instrucción paterna o convertirse en la fuente primordial de la educación. Sin embargo, el deber y el compromiso paternal siguen vigentes, aun cuando ellos asumen un papel secundario frente al rol del colegio. Por lo tanto, cuando enviamos a nuestros hijos a un colegio donde se le debe transmitir los valores esenciales del judaísmo, el hogar paternal debe al menos vigorizar las instrucciones que imparten los maestros. Cualquier impresión o mensaje contrario, crearía conflictos emocionales e intelectuales y mermaría la eficacia de la enseñanza escolar. Un colegio judío cierra sus puertas durante las festividades para permitir el cumplimiento cabal de los deberes religiosos en Sucot, por ejemplo. Estos días deberían dedicarse a oración en la sinagoga, comida en una sucá, festejando la terminación de la lectura bíblica semanal en Simjat Torá, y así sucesivamente. Pero si estos días son aprovechados para la diversión en las playas y para viajes de turismo; si en lugar de celebrar el séder de Pésaj en el ambiente hogareño nos desplazamos a lugares donde el espíritu de esta festividad está totalmente ausente, cometemos una doble falta. Porque no estamos descargando nuestra obligación primaria con la educación de nuestros hijos y más aún, negamos lo que se predica en la escuela.

¿Cuál es el propósito de la educación judía? Primordialmente, el intento es el de preparar al joven para “vivir una vida judía”. El aprendizaje es incompleto (tal vez carece de sentido) si no está acompañado por una acción concreta, por el cumplimiento de mitzvot que se presentan a diario en el quehacer cotidiano. El estudio de los valores judaicos que se identifica con lilmod ulelamed, “estudio y enseñanza”, tiene que estar ligado a lishmor velaasot, “observar y hacer”, para tener efectividad y producir la “identidad judía” que tanto preocupa en todos los encuentros del liderazgo de las diversas comunidades.

En particular, hago referencia a la necesidad espiritual de todo judío de recitar un modé aní ampliado, que es un agradecimiento y reconocimiento a Dios por la vida que nos brinda y que se expresa a través de nuestros rezos de shajarit, minjá y arvit. La educación judía no puede evadir su compromiso con la práctica de la oración. Tal como todo judío se coloca el talit y los tefilín y recita sus oraciones en las mañanas, igualmente una escuela judía empieza el día con shajarit. No hacerlo, es negar ab initio el cometido principal de la educación que es el de preparar al joven para conducirse a la manera judía. El valor del aprendizaje del Tanaj, de la literatura e historia adquieren interés intelectual exclusivo, porque pierden su vigencia pragmática. Cuando no se cumplen con las tradiciones diarias, enseñamos por implicación que los principios éticos de los neviim, “profetas” tampoco tiene aplicación práctica necesaria. Sus mensajes obtienen un interés de carácter arqueológico y pierden la oportunidad de convertirse en Torat jayim, una enseñanza y moraleja para ser puesta en práctica en la vida cotidiana.

Esto me lleva a otra consideración adicional. La educación judía tiene que tener un alto contenido moral cuyos principios también se deducen de la extraordinaria riqueza espiritual de la Torá y de las explicaciones de la Torá shebeal pe, “los comentarios orales sobre la Torá” que eventualmente fueron escritos para preservarlos para la posteridad. Especialmente en un ambiente moderno donde se pone el énfasis en el “poseer” y no se examinan la moralidad de los medios que fueron utilizados para la obtención de las cosas, especialmente en un entorno de injusticias y de atropellos, de corrupciones y de violaciones de los derechos ciudadanos, la educación judía debe hacer un énfasis sobresaliente acerca de los valores y de la moralidad. En un ambiente social en deterioro constante, el colegio debe hacer esfuerzos heroicos para señalar cuál es la manera judía de hacer las cosas. La sociedad entre los padres y los educadores debe salir a relucir en este renglón también. Porque el hogar no puede negar los valores que se imparten en los colegios. La viveza criolla no es la que debe premiarse y reconocerse. El trabajo y la diligencia, la honradez y el cumplimiento con las obligaciones, la bondad y el amor, la protección de los menos afortunados y la defensa de la justicia, son algunos de los valores que deben tener prioridad en la educación de los jóvenes.

El estudio de la historia judía es indispensable para entender la singularidad de nuestro pueblo. El sometimiento al sufrimiento y a la vejación logró destilar fuerzas espirituales que no sabíamos que poseíamos. Tuvimos que hacer esfuerzos sobrehumanos para poder sobrevivir. Por lo tanto tenemos que estar alertas frente a cualquier intento actual de discriminación y de posible persecución. Más aún debemos ser comprensivos e identificarnos con los sufrimientos de otros sectores de la sociedad y luchar en contra de la discriminación de todo tipo.

La historia judía de la época contemporánea se caracteriza por la existencia de Medinat Israel. El estudio detenido del proceso de su establecimiento es indispensable para la comprensión de la condición y realidad judía. Israel también permite el desarrollo de una civilización en un entorno judío que no tiene que someterse a las costumbres y tradiciones de una cultura anfitriona, como es el caso en la diáspora. Una educación judía tiene que integrar la realidad israelí a su pensum y fomentar el acercamiento a sus valores y la identificación con sus dificultades, logros y alcances.

Una educación judía integral tiene que apoyarse en una cooperación simbiótica entre padres y maestros, la instrucción seguida por la práctica religiosa, la intensificación de un aprecio por los valores éticos que forman parte de la personalidad judía y un acercamiento espiritual y físico a la realidad de Medinat Israel.