quinta-feira, maio 28, 2015

Pequeños Milagros


 
 
Amor entre las Ruinas

 
http://www.tora.org.ar/images/x.gifExtraído de Pequeños milagros del holocausto
 
Para los sobrevivientes de los campos de concentración nazis, el fin de la Segunda Guerra Mundial y la Liberación no fueron tiempos de un júbilo no presagiado. De hecho, la finalización de la guerra creó su propia serie de desafíos. Los que se habían alzado por encima de todas las probabilidades se encontraron de repente solos, despojados de cada uno de los últimos miembros de sus familias. La idea de reconstruir sus vidas era desalentadora, ya que estaban debilitados y frágiles no sólo en cuerpo sino también en espíritu. Howard Kleinberg no era una excepción.

Era la primavera de 1945 y Howard yacía entre los cadáveres de los campos de Bergen-Belsen de Alemania. El joven de dieciocho años ya no tenía más las fuerzas para hacer frente al tifus que sofocaba todo su ser. Preferiría la muerte a este miserable estado, pensaba para sí. Apenas capaz de arrastrarse, se tendió en el suelo, rogando a su Hacedor que lo liberara de su miseria.

De la nada, aparecieron tres mujeres. La más joven era una muchacha de tan sólo dieciséis años. Observó a Howard con una mirada resuelta. Era él un mero esqueleto, pero había en sus ojos un destello de vitalidad.
—Me lo llevaré —les dijo a las otras—. Lo salvaré.

—Es demasiado tarde. Está más muerto que vivo —replicaron las mayores.

—Pero tiene los ojos abiertos —afirmó la adolescente, persistiendo—.

Todavía no está muerto.

De algún modo, las mujeres se las arreglaron para llevar a Howard a los barracones. Estaba tan debilitado que lo único que podía hacer era dormir. No dejaba de cobrar y perder la conciencia durante días. Apenas podía hablar. Pero la joven nunca se rindió. Le daba en la boca todo bocado de comida que pudiera encontrar. La comida entraba y salía. Y la joven se inclinaba apoyándose en manos y rodillas para limpiarlo. En un momento Howard despertó sobresaltado.

—Necesito un doctor —anunció, consciente de lo enfermo que estaba. Pero no había ningún doctor.

—No te preocupes… yo te salvaré —dijo la dulce joven, tratando de serenarlo. Volvió a quedarse dormido.

Después de tres semanas de este estado nebuloso, Howard sintió retornar un atisbo de fuerza. Abrió los ojos. No había nadie en los barracones.

Dónde estaban las mujeres, en especial la joven que lo había salvado? ¿Las habían obligado a irse? ¿Se habían ido por cuenta propia? No podía creer que, después de todo lo que habían hecho, sencillamente lo abandonaran y desaparecieran. Pero los barracones estaban desiertos y él sabía que si había de sobrevivir necesitaría del cuidado de un médico. Y, así, corrió el riesgo. Cayó rodando de su litera y, incapaz de caminar, se arrastró por los campos, avanzando lentamente hacia el medio del camino.

Una vez allí, se tendió. O bien esta cruel vida llegaría de una vez por todas a su fin o bien, quizá, tan sólo quizá, alguien lo encontraría.

Al cabo de unos minutos lo avistó un vehículo militar británico.
Lo recogieron y lo llevaron sin demora a un hospital, donde pasó seis meses bajo cuidados intensivos.

Cuando se restableció, Howard regresó a Bergen-Belsen en busca de la joven que le había salvado la vida. Pero, por supuesto, se había ido hacía mucho y el campo estaba ahora desolado, liberado meses atrás. Howard se sintió abatido. Necesitaba encontrar a la joven, agradecerle, quizá pagarle de alguna forma especial, pero ahora dudaba de poder alguna vez hacerlo. Eran momentos de agitación; si perdías a alguien de vista, había probabilidades de que nunca volvieras a verlo o a verla. Lo único que le había quedado de esta joven era su nombre: Nejama Baum.

Hija única, Nejama Baum —o Naju, como la llamaban— era de cabellos rubios y espíritu resuelto. Creció haciendo las veces de una segunda «mamá» para sus cinco hermanos varones. Antes de ir a Bergen-Belsen, Naju había estado en Auschwitz, donde arriesgó repetidamente la vida pasando cigarrillos de contrabando. Los vendía en el mercado negro por algunos sorbos de sopa para darle de comer a una amiga enferma. Compartía todo bocado de pan en el que pudiera poner las manos con su tía, Toby, que dormía junto a ella en los mismos barracones de madera.

Una vez, al pasarle a su amiga una lata de sopa por el alambre de púas, las manos de Naju rozaron la cerca y cayó al suelo, electrocutada. Unas jóvenes se acercaron corriendo a su lado y la reanimaron. El incidente no la desalentó. Siguió arriesgando su vida, tratando de salvarse a sí misma y a otros. Mientras los rusos se acercaban a Auschwitz, los nazis sacaban de los campos de muerte a los judíos que quedaban con vida para transportarlos en la marcha de la muerte. Naju le pasó al kapo, el prisionero a cargo de los internos, un paquete de cigarrillos a cambio de una garantía de que no la separarían de su tía. Caminaron tres días seguidos bajo el sol del enero septentrional, sin comida ni descanso. En cierto momento su tía sufrió un colapso y se negó a proseguir.

—Nos matarán —le suplicó Naju a su tía.

—Entonces moriré —dijo Toby, resignada a su destino.

Naju no permitiría que aquello sucediera. Débil como estaba, levantó a su tía y siguió caminando. Aquella noche, los alemanes les permitieron finalmente descansar unas horas en un granero. Al día siguiente, estaban rumbo a Bergen-Belsen. Allí no había crematorio, pero el campo era no obstante una pesadilla.

El 15 de abril de 1945 Bergen-Belsen fue liberado. Fue para Naju una ocasión jubilosa, pero aquella alegría no duró mucho. El conocimiento de que nunca volvería a ver a sus padres le rasgaba el corazón. Había cadáveres dondequiera que mirara. Sin embargo, Naju trató de permanecer optimista. Con la ayuda de unas amigas, tomó control de un cuartel que habían dejado los alemanes en su rápida huida. Había dos literas de cada lado y una pequeña estufa en medio de la habitación. Era un palacio comparado con los galpones hacinados en los que habían vivido antes.

Fue entonces que Naju avistó a Howard Kleinberg yaciendo en los campos que rodeaban Bergen-Belsen, prácticamente muerto. Estaba en la búsqueda de su amado hermano, tratando de encontrarlo entre los montículos de cadáveres, cuando vio que uno de ellos se movía. Al acercarse, reconoció que el cuerpo esquelético pertenecía a un muchacho de su propio pueblo, un conocido de su hermano. Insistió en salvarlo, a pesar de los recelos de su tía y otra mujer que las acompañaba. Si lo salvo, tal vez otra persona salve a mi hermano, pensaba con esperanzas.

Naju le cedió su cama a Howard y se pasó a la litera de arriba con su tía y otras dos jóvenes. Lo cuidó durante tres semanas. Entonces, un día, cuando regresó de su salida diaria en busca de comida, él se había ido. Estaba decepcionada, incluso enojada. ¿Qué le había sucedido al joven?, se preguntaba ella. ¿Irse así, sin siquiera despedirse?

La supervivencia del día a día le impidió quedarse con estas preguntas demasiado tiempo. Después de enviarle cartas a un tío de Israel, que no tuvieron respuesta, recibió noticias de su prima Yetta de Toronto. «Querida niña… hay una habitación que te está esperando ». Naju se sentía rebosante de júbilo. En junio de 1947 se embarcó en un contingente infantil hacia los Estados Unidos. Pasó varias semanas en Buffalo, Nueva York, donde vivió con otros parientes, a la espera de una visa para Toronto. Un mes después, llegó a Toronto, al hogar de Yetta e Izzy Horenfeld, una pareja sin hijos que la adoptó como su propia hija.

Las noticias de la llegada de Nejama Baum se propagaron rápidamente por toda la unida comunidad judía de Toronto. Si bien hoy Toronto es una gran metrópolis con una población judía numerosa y próspera, en los años inmediatos a la posguerra los judíos vivían en una sola manzana y estaban todos al tanto de la vida de los demás. Y las noticias de jóvenes sobrevivientes recién llegados eran una primicia especialmente agradable.

Casi de inmediato, la agalluda muchacha se ganó un grupo de admiradores. Se volvió pronto muy popular: en especial entre los hombres jóvenes. Sin que Naju lo supiera, su llegada fue una noticia especialmente emocionante para un joven sobreviviente: Howard Kleinberg, el muchacho al que ella había salvado, aquel del que ella se había prácticamente olvidado. Resultaba haber llegado a Toronto unos meses antes para vivir con unos parientes. Y él nunca la había olvidado. Después de registrar todo el mundo en busca de su «ángel», Howard no podía creer la buena suerte de finalmente encontrarla. Si tan sólo pudiera armarse del coraje para acercarse a ella…

Unos días después de que Naju (o Nancy, como la conocían ahora) llegara a la ciudad, un inesperado visitante tocó nerviosamente el timbre de su puerta. Era Howard Kleinberg, con las manos húmedas y los miembros agitados. Había arrastrado a su hermana consigo, como para que le reforzara la confianza. Mientras Naju permanecía de pie en la entrada, Howard la miraba boquiabierto y se quedó sin palabras. Era tan hermosa como la recordaba, quizá aun más. A lo largo de los meses había pensado constantemente en ella, lleno de remordimiento por no haber tenido la oportunidad de agradecerle por rescatarlo de las cenizas.

Pero allí estaba la joven, justo frente a él: alguna coincidencia cósmica que la había llevado, de todos los otros sitios posibles, a Toronto, cuando había en el mundo tantos otros lugares a los que habían ido los sobrevivientes.

Le entregó un ramillete y dijo con voz ronca:
—Hola… me llamo Howard Kleinberg. ¿Te acuerdas de mí?

Epílogo: Howard y Naju (Nancy) Kleinberg celebraron recientemente su aniversario de bodas número cincuenta y siete. Han sido bendecidos con tres hijos, una hija y once nietos.

«Era bashert» —dice Nancy Kleinberg, invocando la palabra hebrea que significa «destinado».

Los Sabios nos dicen que un zivug (alma gemela) se determina en el cielo cuarenta días antes del nacimiento de una persona. Para los Kleinberg, ni siquiera los horrores del Holocausto pudieron impedir aquella unión. Los Kleinberg son una prueba concluyente de que en medio de la oscuridad pueden brillar el amor y la compasión enviando rayos de sanación para iluminar hasta la más desgarradora de las circunstancias.
 
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Autoras: Yitta Halberstam y Judith Leventhal

quinta-feira, maio 21, 2015

Shavuot: Que significa?

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O que é Shavuót e Como é

Celebrada ?

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A Toráh chama Shavuót de “A Festividade das Semanas” (Bamidbár 28:26). A própria palavra “Shavuót” significa “semanas” em hebraico. Isto se refere às 7 semanas que contamos desde o segundo dia de Pessach (quando uma oferenda de cevada era levada ao Templo Sagrado, em Jerusalém) até a Festa de Shavuót. É também, um dos três Regalím (Pessach e Sucót são os outros dois) onde na época em que o Beth HaMikdásh, o Grande Templo Sagrado, ali estava erguido, cada homem na Terra de Israel tinha a obrigação de viajar para Jerusalém para celebrar esta festividade. Shavuót é a celebração da outorga da Toráh no Monte Sinai para todo o Povo Judeu. É uma época de dedicação e compromisso ao estudo da Toráh e a sua mensagem atual.

A Toráh com seus ensinamentos é o sangue vital do povo Judeu. Nossos inimigos sempre souberam que, quando nós Judeus paramos de estudar a Toráh, a filosofia da mesma, assim como suas tradições, nossa assimilação é inevitável. Sem conhecimento não há compromisso. Ninguém pode amar o que não conhece. Uma pessoa não pode fazer ou entender o que nunca aprendeu.

Um Judeu tem que aprofundar na luz que reflete essa fonte chamada Toráh.

Se quisermos que nossa família permaneça Judia e que nossos filhos se casem dentro da comunidade, então devemos integrar um programa de estudo, que nos leve a vivênciar um Judaísmo dinâmico em nossas vidas e implantar estes ensinamentos em nosso lar e em nós mesmos.

Em Shavuót existe o costume de passarmos a noite inteira acordados, estudando essa mensagem milenar no qual viveu arraigado nosso Povo. A razão: na manhã em que o Povo Judeu iria receber a Toráh, no Monte Sinai, eles dormiram.

Acrescentou o Arizal Hakadosh (Rabi Itzjak de Luria ZT”L) e assegurou que todo aquele que estuda Toráh durante toda a noite de Shavuot, sem dormir por um só instante, recebe a garantia de que completará o ano vigente, e não sofrerá qualquer dano no ano próximo. E vários outros fatores importantes dependem da força desse estudo de Toráh sem intervalo (de sono) nessa noite tão especial.

Nós, agora, podemos retificar a tendência de entregarmo-nos aos nossos instintos, demonstrando nossa resolução ao permanecermos acordados toda esta noite. Já que a escuridão se enfrenta quando colocamos luz, uma luz que sai das profundezas do nosso interior , como a mais puros dos sentimentos.

Essa Luz encontra-se na noite de Shavuot.

Lilmod lerefuat

sexta-feira, maio 08, 2015

Pensamento Judaico a respeito da Ecologia

Pensamento Judaico a respeito da Ecologia

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A curiosidade bíblica tem no Salmo 104 (Versículos 10 a 24) e um dos exemplos mais formosos do conhecimento do habitat natural dos animais e o ciclo de vida terrestre: “Ordenaste às fontes que alimentassem regatos, que estes corressem pelos vales entre as montanhas. Dão, assim de beber a todos os animais dos campos e satisfazem a sede de todos os silvestres. Perto deles habitam as do céu e, de entre os ramos das árvores, entoam seu canto, Regas as montanhas do alto de Tua morada e se farta a terra do fruto de tuas obras. Fazes crescer relva para o gado e plantas para uso do homem, para que da terra possa extrair seu pão, e também o vinho que alegra seu coração, bem como óleo que lhe faz reluzir o rosto. Fartam-se de seiva as árvores do Eterno, os cedros do Líbano por Ele plantados, onde os pássaros constroem seus ninhos e os ciprestes se abrigam as cegonhas. Os altos montes são refúgio para os cabritos, e as rochas para os coelhos. Para marcar as estações criaste a lua, e ao sol determinaste o tempo de seu ocaso. Estendes o manto da escuridão e faz-se a noite, quando despertam e vagueiam as feras da floresta. Os filhotes do leão rugem por sua presa, e buscam de D’us seu alimento. Quando nasce o sol, eles recolhem a seus covis. Sai o homem para seu trabalho e sua obra até a tarde. Quão imensa é a multiplicidade de Tuas obras!

O conhecimento da criação leva a admiração pelo Criador. Por isso os grandes professores talmúdicos admiravam o natural. Nas academias babilônicas da Sura e Pumbedita (ex-babilônia hoje Irak, século III até VII), Aba Arija e o Rabino Iehudáh ensinavam que o Criador "o bará davar echad lebatalá", “fez (o Criador) tudo com algum propósito”. Nesse contexto explicaram a existência da lesma, a mosca, o mosquito, a serpente e a aranha, em uma página talmúdica em que deste modo se mencionam costumes de muitos animais: leão, elefante, águia, baleia, cabra, ovelha, camelo, boi, lagosta, galinha, peixes, serpente e porco.

Outros rabinos que estudaram os processos do mundo animal nos sugerem como preservar as gazelas em seu habitat natural, ou ao homem em um estado de saúde (o tratado Taanit do talmud Babilônico menciona uma peste que afetava a porcos, que por ter intestinos parecidos com os humanos podiam produzir contágios letais).

Entre os professores se destaca Shimon Ben Chalafta (Século. II) a quem estavam acostumados a chamar "experimentador de todas as coisas". Ao ler o provérbio bíblico de que o preguiçoso deveria aprender da formiga porque sabiamente prepara no verão seu alimento e recolhe sua comida durante a ceifa, Rabi Shimon Ben Chalafta decidiu certificar-se se atrás da mensagem moral, efetivamente essa previsão tem lugar, ou se tratava de uma mera metáfora do Rei Salomão (Shelomo).

A intimidade com a amada natureza descobre a harmonia que sustenta o universo criado. Na Gênese, cada parte da Criação se rubrica quando "vê D’us que é bom". A partir dai, o ideal da ordem natural povoa nossas fontes. Quando D’us espeta ao Jô – Iov - (39:1) Contemplou você as cervas quando dão a luz?, O Talmud esclarece: "Ao agachar-se para parir as cabras monteses, sobem a uma montanha. Deste modo, a cria pode cair e morrer. Mas D’us tem pronta uma águia para que a recolha em suas asas e a ponha diante da mãe. Se a águia chegasse um segundo antes ou depois, a cabrita morreria".

A percepção de uma natureza harmoniosa chega a sua cúspide na visão messiânica do Isaías: "habitará o lobo com o cordeiro, e o tigre se deitará com o cabrito; o bezerro, o filhote do leão e o porco andarão juntos, e um menino os conduzirá. Encher-se-á a Terra de conhecimento do Senhor".

Nesse ideal teleológico, o homem reconhece a inter-relação entre os distintos tipos de vida, e, portanto, será consciente de que toda mudança que exerça artificialmente em um sistema natural, pode prejudicar esse sistema.
Em contraste, a tecnologia procedeu com uma soberba que transcende ideologias, e se desenvolveu sem ter em conta a capacidade limitada do capital biológico representado pelo ecossistema. O homem considerou os recursos naturais e a vida animal como uma herança de que pode dispor a seu desejo.

Mas a repreensão bíblica é dupla: por um lado "encham a Terra e dominem" e, simultaneamente, "cuidar o jardim".

Para proteger nossa Terra devem proteger-se seus recursos. Quando há quatro milênios o patriarca Abraham se separa de seu sobrinho Lot, justifica-o com "que a terra não é suficiente" para que a habitassem juntos. Com efeito, apascentar excessivo gado, especialmente ovino, pode esterilizar uma área fértil de pastoreio. Por isso Abraham e seus rebanhos tomam a direção oposta do Lot, para as serras do Hebrón, aonde o patriarca escolhe morar no Elonê Mamré (as Planícies de Mamré) e não sobre chãos cultivados.

Fiel à tradição judaica de amparo da natureza, o Estado do Israel criou em 1964 a Direção Nacional de Reservas Naturais. Quase trezentas reservas já foram demarcadas, cobrindo uma extensão de cento e sessenta mil hectares. As espécies protegidas nelas incluem vegetais como o carvalho e a palmeira, e animais como o leopardo, a gazela, íbex (cabra montês) e o abutre. Quanto aos animais, as fontes bíblicas são muito específicas em seu amparo. A comida inicial que Adão tinha ao seu dispor era de frutos e vegetais comestíveis. O Talmud, em uma clara apologia do vegetarianismo, interpreta que existia uma proibição de comer carne, que finalmente se permitiu na época do Noé, e só como transação.

O coração da mensagem ecologista é o amparo do bem comum, começando pelo planeta que compartilhamos, a casa que devemos manter: "cuidar o jardim". A terra é a matriz do homem: "dela provimos e a ela encaminhamos" (a voz "homem" em hebreu, "Adam" é da raiz "terra", "adamá"). Arón David Gordon levou essa ideia ao judaísmo contemporâneo, quando sustentou que o essencial do sionismo moderno consiste em fazer retornar ao povo judeu ao contato com a terra, à sociedade criadora que surge de lavrar o chão que nos deu.
A Bíblia provê leis ideais para o descanso da terra, como a "shemitá" ou ano sabático. Maimônides dedica muitas páginas de seu "Guia dos Perplexos" à questão (3:31) e explica que a finalidade do ano sabático não se reduz a "a comiseração e liberalidade para os homens" mas também a "que a terra se torne mais fértil, fortalecendo-se pelo descanso".

Outro conceito vital de nossas fontes é o do Baal Tashjit, o veto talmúdico contra a dilapidação, que deriva da proibição bíblica de destruir árvores: "Quando sitiar uma cidade ao combater contra ela para conquistá-la, não destrua suas árvores com sua tocha, porque deles te alimentas. Não terá que achar, porque a árvore do campo é como um homem. Só da árvore de que saiba que não é alimentício poderá cortar a fim de construir a fortaleza contra a cidade que te declara a guerra".

Um relato talmúdico do Rabino Eleazar compara a criação do mundo com a de um rei que criou um palácio em um depósito de lixo. Nossa missão é em efeito converter nossa casa em um lugar agradável e prazenteiro. Esse seria o melhor louvor ao Criador, posto que já o diz o salmista: "Iehalelú Sheme Hashamaim vehamaim...", Louvem os mais elevados céus e as águas....” – Salmo 148:4 Limpos uns, cristalinas as outras.

Shabat Shalom, Shabat  a ecologia do homem

terça-feira, maio 05, 2015

Lag Baomer

Lag Baomer

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Daqui alguns dias, na próxima quinta, chegaremos, se D’us quiser, a Lag Baomer. Embora nos dias da Sefirat Haomer (contagem do ômer) vigorem costumes de luto, no 33º dia da contagem – Lag Baomer – propriamente dito, é permitido cantar e se alegrar, e não se diz Tachanun (súplicas) nas Tefilot (orações) do dia.

O motivo da alegria em Lag Baomer é a tradição transmitida pelos Sábios de que neste dia cessaram as mortes dos alunos de Rabi Akiva, depois de um longo período no qual morreram centenas deles por dia, como castigo pelo fato de não demonstrarem respeito uns aos outros. Outro motivo para a alegria deste dia é o fato de ter sido, por outro lado, o marco do início dos ensinamentos de Torá de Rabi Akiva a uma nova geração de alunos, entre os quais Rabi Shimon Bar Yochai. Destes novos discípulos a Torá de Israel se difundiu até os nossos dias. Um terceiro motivo para a alegria é o fato de ser a data da Hilulá (festa) que rememora o falecimento do tanaíta sagrado, Rabi Shimon Bar Yochai, autor do Zôhar, o maior dos alunos de Rabi Akiva.

De acordo com todas as opiniões rabínicas, é permitido, do início ao fim do dia de Lag Baomer, cantar, dançar e tocar instrumentos musicais. Os ashkenazim costumam permitir que se corte o cabelo e a barba no próprio dia de Lag Baomer, pela manhã. Os sefaradim costumam permitir o corte de cabelo e barba somente a partir da manhã do 34º dia. Aqueles que seguem o costume do Arizal não cortam cabelo e barba em nenhuma dessas datas, pois o seu costume é não cortá-los até a festa de Shavuot.