sexta-feira, dezembro 21, 2012

El judaísmo y el amor

Una historia judía de amor

clip_image001Pasando inadvertida, me quedé parada en la puerta de la cocina. Había allí solamente dos personas, pero aun así sentí que no debía entrar.

Me recibió la usual escena de después de la comida. Mi mamá estaba parada junto a la pileta, lavando los platos, mientras mi papá estaba sentado a la mesa, leyendo las páginas abiertas del Talmud. Mi padre hacía comentarios o formulaba preguntas mientras leía en voz alta los textos y los comentarios. Mi mamá escuchaba, añadiendo cada tanto sus propios comentarios y preguntas. Ellos eran compañeros de estudio, porque el estudio era la base de su vida y su única dirección.

Ninguno de los dos pareció darse cuenta de la presencia de su hija menor en la puerta. Por ese entonces yo tenía solamente diez años de edad, pero mi carácter sensible detectó que la cocina estaba llena del amor que sentían el uno por el otro. La cocina estaba tan llena que yo no quería entrar y molestar.

Hollywood jamás podría producir, o siquiera concebir, esta clase de amor. Pero ¿por qué?

Porque en la actualidad, los elementos seculares hedonísticos de la civilización occidental constituyen el factor dominante de esta sociedad en la que se exaltan la belleza y el placer físicos. Las relaciones íntimas son un juego, un deporte, una forma de satisfacción egoísta.

Por el contrario, la civilización judía está arraigada en la creencia en Aquel que es el conocedor, el conocimiento y lo conocido. En consecuencia, podemos decir que fue la voluntad Divina crear un mundo material en el que la espiritualidad es algo oculto. Fue la voluntad Divina crear a la humanidad para que se encargara del Jardín del Edén y nutrieran de su aspecto espiritual. Una pareja no logró hacerlo. Una familia no logró redimirlo. Una nación, un grupo heterogéneo de toda clase de individuos, fue encomendada con la responsabilidad de descubrir cuál era el rasgo esencial de la vida.

Los judíos eran esclavos en el antiguo y poderoso imperio egipcio, cuando Di-s los liberó y los trajo al Monte Sinaí. Allí, sobre la pequeña montaña, se le encomendó al pequeño pueblo una responsabilidad inmensa: hacer de este mundo un lugar de residencia para Di-s.

A fin de lograr esto, Él les dio un plano: la Torá, una enseñanza de vida, que contenía todas las leyes referentes a las tareas mundanas cotidianas de la existencia: económicas, sociales, políticas, religiosas, ritualistas, educativas, nutricionales y, por sobre todas las cosas, que fueran un pueblo santo, porque “Yo, su Dios, soy Santo”. La santidad del pueblo se fue desarrollando no a través de la filosofía ni la teología, sino a través de la aplicación práctica de las leyes de la Torá.

El hecho de que alguien o algo sea santo implica que está separado y está consagrado a un propósito especial. De un pueblo sagrado que se rige por las enseñanzas de Dios se espera que actúe con respeto a todas Sus criaturas. Así es como la presencia de Dios ocupa un lugar central en la vida de todo lo que existe. Actuar con respecto significa actuar con consideración por las necesidades y las circunstancias del otro.

La humildad es algo crucial para esta forma tan sana de respeto. La verdadera humildad proviene de reconocer y admitir a Dios en tu vida. El Rebe de Kotzk enseñó que cuando estamos absortos en nosotros mismos, no queda lugar para que entre Dios.

Respetar la privacidad del otro es la raíz tanto de un sano respeto por uno mismo como de una sana relación con el prójimo, y en especial con el sexo opuesto. La ley judía es la forma de expresión más activa de su alma interna. Jugar juegos o experimentar con la otra persona es algo que se considera intolerable. Únicamente la pareja casada, en la que ambos miembros están consagrados el uno al otro tienen permitido mantener contacto físico. El matrimonio es un lazo monógamo de confianza entre dos personas en la presencia de Dios. Este lazo se ve fortalecido por la privacidad de sus relaciones íntimas. Ellos se abstienen de hacer muestras de afecto en público. Este estándar moral tan elevado fue el que nos ha ayudado a sobrevivir 3.500 años de toda clase de peligros culturales, económicos y políticos. El hogar judío jamás fue una fortaleza; siempre fue un templo.

Aunque mis padres venían los dos de Europa Oriental, cada uno llegó al matrimonio con costumbres diferentes y enfoques diferentes. Sin embargo, dado que estaban centrados en hacer que su cónyuge fuera feliz, se las ingeniaron para ceder, conversar o pacientemente tolerar las idiosincrasias del otro. Para mis padres, el amor era una relación muy personal, muy privada y muy sagrada. Su interés y su preocupación por el otro hicieron que el amor que ellos sentían fuera algo palpable en nuestra casa. Los desacuerdos no eran campos de batalla, sino momentos en los que ellos podían alcanzar una mejor comprensión y apreciación del otro. Aunque ni siquiera sus hijos los vimos tocarse físicamente el uno al otro, la forma en que interactuaban reflejaba una unión interna muy profunda.

Cuando mi papá quería corregir mis modales no tan perfectos, me decía: “Mira en qué forma tan agradable come tu mamá”. Había una calidez en su tono que transmitía sus sentimientos. Mi mamá, que venía de Rusia, donde se comía guefilte fish salado, cocina guefilte fish dulce por deferencia al gusto polaco de mi papá. Cuando mi hermana le preguntó una vez a mi papá una pregunta sobre un tema que ella estaba estudiando, él le dijo: “Ve a preguntarle a mamá: ella entiende eso mejor que yo”.

El respeto y la consideración que ellos se mostraban el uno al otro se extendían a sus hijos, sus amigos, sus vecinos, y hasta a personas extrañas y a los niños y adultos a los que les enseñaban. El verdadero amor no es solamente su expresión visible externa, sino la unión más profunda del simple hecho de pensar en el otro.

Por eso, cuando me quedé parada en la puerta, entendí que una escena de amor judío no necesitaba manifestar en público su componente físico y privado, siendo que su esencia espiritual es tan pero tan potente.

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Agradezco al Rabino Eli Levy, por su ayuda desinteresada en este Blog.