AIEKA
- ¿Dónde
estás?
AIENU -
¿Dónde estamos?
Esta Historia es para leer y reflexionar....
Chocante, pero, lamentablemente, muy real... en nuestros días... , y creo que cada uno de ustedes en esta lista debe pasar los ojos...
¡Y
qué esto nunca acontezca!
Nuestro papel en la sociedad.
Se cuenta una
historia sobre lo ocurrido en una ciudad. Típica ciudad del interior que
contaba con una pequeña comunidad judía y apenas una sinagoga. Un día,
apareció en la puerta del templo y también en el diario comunitario una
noticia que impresionó todos: "Con el más profundo pesar,
comunicamos la muerte de nuestra congregación. El féretro partirá de la
sinagoga rumbo al cementerio, el domingo, a las 11h".
Bien podía
tratarse de una broma, pero todos los anuncios venían con lo sello de la
congregación y la firma del rabino. "Debe ser serio" – pensaban.
En el día
marcado, la sinagoga está llena. Nunca si había visto tanta gente de una
sola vez. Ha tiempos, aquélla que otrora fuera el centro de la comunidad,
andaba huérfana. Pero no en aquel día. Todos
esperaban ansiosamente por el rabino, a fin de preguntarle quien había
fallecido.
Al final, la comunidad era pequeña y todos se conocían. Estaban
todos allá. "¿Quién será el difunto?" – se preguntaban.
De repente, el
shamash (bedel) apareció, empujando un carrito con un cajón. Era, de hecho, un
cajón; no había dudas. Lo colocó de frente al Arca Santa (Aron Hakodesh) y,
pujando una silla, se sentó a su lado.
Súbitamente, se
oyó un lloro. La congregación se paralizó. Con sus indumentarias rotas, el
viejo rabino se presentó delante de los fieles con la apariencia de quien había
perdido un ente muy próximo. "D-os mío" – gritó una señora –
"¿será qué su esposa falleció?" No. Estaba allá. "Ay, no. ¿Será
qué fue su hijo, su único hijo?" – exclamó otra. Él también estaba allá,
bien como su nuera, sus nietos y bisnietos. Todos estaban allá. No
faltaba nadie.
Pero nada de
eso importaba. Todos se recordaban del rabino sonriente, cálido, tranquilo.
Verlo en este estado era deprimente. Mismo no sabiendo el motivo, lagrimas
empezaron a verter de algunos ojos. Atentos, los fieles se estiraban para oír y
ver mejor. Ni respiraban.
El rabino se
dirigió al púlpito. Hizo una predica muy simple, pero extremadamente emotiva.
Mismo quien no tenía la menor idea de lo que estaba aconteciendo, se conmovió.
Ya en el fin, en ton misterioso y compasivo, miró para el cajón, después para
la comunidad y dijo:
"Creo, mis
hijos, que nuestra congregación no puede más resucitar. No soy D-os, ni tengo
poderes extraordinarios, pero voy a hacer una última tentativa. Mientras rezo,
con la mayor fe posible, ustedes, en fila india, van pasando para ver el
cadáver".
Dicho eso, el
shamash se levantó y abrió el cajón. Paró a su lado y empezó a observar
allá adentro.
Un frenesí tomó
cuenta de los más viejos. "¡Qué absurdo!" – gritaban
– "¡Eso no es una costumbre judía!" Pero, los más jóvenes se
levantaron y formaron la cola y ellos fueron atrás. El desfile comenzó
lentamente y, al pasar, todos miraban, curiosos y admirados, para el
cajón.
Como en el
fondo había un espejo, cada uno vía su propio rostro adentro del cajón.
En el fondo, en
el fondo, esta historia, a pesar de ser una ficticia parábola, acontece con
todos nosotros. Nuestras instituciones están ahí, nuestras escuelas, nuestras
sinagogas, cada vez más huérfanas, cada vez menos frecuentadas.
Muchos creen
que basta ser judío en las Fiestas y conmemoraciones, otros creen que ser judío
es apenas una cuestión de fe. Con eso, acaban desconectándose de su
responsabilidad comunitaria – su papel en la sociedad judía-, la responsable de
nuestra existencia durante milenios. "Y el problema es de los
otros" – piensan.
La grande
lección moral de la Perasháh (Porción semanal Bereshit, la primera del Libro
Génesis) ésta en la pregunta hecha por D-os a los primeros seres humanos: ¿Aieca?
- ¿dónde éstas? ¿dónde “tu” éstas? Es una pregunta
profunda, una pregunta que acarrea un pensamiento profundo, tu condición
sublime de ser humano, de responsable por el otro, de no pensar en satisfacer
solo tus necesidades, sino sentir que tu estableciste puentes para que otros
puedan tener la posibilidad de sobrepasar los obstáculos de la vida.
Hubo alguien en
el pasado que pensaba de la misma forma. Caín, inconformado con la gracia que
su hermano alcanzaba delante de D-os, resolvió matarlo.
El Creador
también le cuestiono: “Vaiomer Hashem el Caín: Hei Hevel Ajija….” “Dijo D-os a
Caín: ¿Dónde está Hevel tu hermano?
La pregunta
aparentemente parece la misma, pero no lo es, en la pregunta realizada D-os a
los primeros seres humanos, es un disparador para obtener la reflexión, la
introspección, no era un cuestionamiento que requería una respuesta
justificativa, sino, porque llegaste a esto, donde esta ese ser humano, que va
en busca de los extremos. Pero la pregunta que realiza a Caín es producto de la
consecuencia de un acto nefasto, es un acto que se traduce como un desvío de la
conducta de respeto y relación que debe privar en las relaciones
interpersonales más allá de las diferencias que suelen existir. Cuando perdemos
esa noción y no tomamos en cuenta el otro, sus sentimientos, y solo pensamos en
satisfacer nuestros sueños, seguro encontramos la respuesta que Caín le brindo
a D-os.
Caín, después
de ser cuestionado sobre su hermano, contesta con otra pregunta: ¿Acaso soy
guardián de mi hermano?
Ésta pregunta
nos es hecha diariamente: ¿Aiénu? - ¿Dónde estamos nosotros? ¿Acaso
estamos cuidando a nuestros hermanos cómo deberíamos? ¿Somos responsables de
ellos?
Sí, somos. Kol Israel arevim Zé baze - todos somos responsables unos por
los otros (Talmud Babilónico - Tratado Shavuot 39a). Hacemos todos parte de un
inmenso cuerpo - un pequeño "problema" mal tratado y todo el conjunto
puede estar comprometido. Un pequeño ademán puede modificar completamente el
regalo y construir un porvenir mejor.
Si queremos que
el concepto tan repetitivo y conocido “continuidad judaica" deje
de ser un simple slogan; si queremos – como decía Elie Wiesel y otros
pensadores, que judío es aquél cuyos nietos continúan siendo judíos – tener
orgullo de proporcionar a nuestras familias una autentica vivencia judaica; si
queremos, sobre todo, ¡evitar el funeral de nuestra Historia, entonces, es hora
de que actuemos! Pues, con la "muerte" espiritual de nuestra
tradición, seremos en nosotros los sepultados. Nuestro rostro es que estará en
el féretro del desaire e irresponsabilidad.
La pregunta es:
¿dónde estamos nosotros?, Tenemos el tiempo de este Shabat, para reflexionar,
aprovechemos y seguramente saldremos fortalecidos para estar más cerca de
nuestros hermanos. Es la única fórmula para encontrar al Pueblo Judío, erguido
y fortalecido y decir al unísono: HINENI, aquí estoy.
Rabino
M.Ed. Rubén Najmanovich
Noviembre 5782
