sexta-feira, março 20, 2015

Pesaj, liberándonos de nuestro opresor

Humildad

Además de la Mitsvá de comer Matsá, durante Pesaj está estrictamente prohibido comer cualquier alimento que es o contiene Jamets. ¿Por qué? Más allá de las razones históricas bien conocidas (Ex.12: 39) nuestros Rabinos vieron en el Jamets, la fermentación que eleva la masa, una representación muy significativa. Los Jajamim compararon el Jamets con la arrogancia y la vanidad; la masa inflada con el individuo que permite que su ego se expanda sin límites.

La arrogancia y el Jamets son simple aire, una inflación ilusoria del yo.

Pero ¿Por qué estamos pensando en arrogancia vs. humildad específicamente durante Pesaj?  Porque no todas las personas están expuesta al riesgo de convertirse en arrogantes. Un esclavo judío en Egipto, por ejemplo, no podía darse el lujo de ser vanidoso. El riesgo del orgullo excesivo sólo es relevante para un hombre libre. En Pesaj conmemoramos nuestra libertad de la esclavitud física, teniendo en cuenta que somos individuos libres que fácilmente podríamos caer en un tipo diferente de auto-esclavitud, una esclavitud mental, una especie de adicción a los aspectos inflables de nuestro ego. En Pesaj, mientras celebramos nuestra libertad física, también nos volvemos más conscientes de los riesgos del Jamets psicológico.

La sociedad moderna en sus incansables esfuerzos para convertirnos en consumidores leales, contribuye en gran medida a la alimentación de nuestro orgullo. Enseñándonos a ser más egoístas, mas egocéntricos y más hedonistas. Nos empuja a convencernos de que tenemos derecho a tener todo lo que necesitamos, queremos y deseamos. Esta inmensa ambición, cuando se realiza, puede deteriorarse fácilmente en arrogancia. En sentir que soy más que los demás sólo porque tengo más que los demás.

La Matsá, un pan plano, chato y sin pretensiones, representa la humildad. La humildad no significa degradarnos. Ser humilde significa que nos damos cuenta de la verdadera dimensión de la vida humana, tomando conciencia de nuestra ineludible mortalidad y reconociendo que dependemos totalmente de D-s.
La humildad es también la esencia de la autoestima, un prerrequisito para estar en paz con uno mismo. El individuo arrogante es inseguro y necesita el halago público y el permanente aplauso de los demás, a veces desesperadamente, con el fin de compensar su baja autoestima. Sólo el humilde, la persona que no necesita buscar la alabanza de los que están a su alrededor para sentirse mejor, es verdaderamente libre, in-dependiente. El hombre humilde es capaz de admitir sus desaciertos, cambiar y mejorarse constantemente a sí mismo.

La persona arrogante, por otro lado, es psicológicamente incapaz de admitir errores y por lo tanto, incapaz de cambio. Y al no poder corregirse termina adaptándose (=esclavizándose) a sus propios defectos. La arrogancia es un Faraón tirano que condena nuestra personalidad al estancamiento.
Mientras que la persona humilde sabe y sostiene que todo ser humano merece dignidad y respeto y tiene el derecho a ser escuchado y comprendido, el individuo arrogante se convierte en un sirviente de su propio reflejo inflado. La arrogancia es una capa de aluminio detrás de un cristal que sólo nos deja ver nuestra propia imagen.

Nuestros Jajamim explican que la arrogancia, este tipo de Jamets mental, es la principal barrera entre el hombre y su prójimo, y entre el hombre y HaShem.
Pesaj es una intensa lección de humildad. De la misma manera que eliminamos cada migaja de Jamets de nuestros hogares, debemos borrar todo rastro de vanidad de nuestros corazones.