domingo, agosto 10, 2014

Conflicto en Medio Oriente

Desde el Proceso Dreyfus a

Gaza nada ha cambiado

Dos siglos atrás el gran poeta alemán Goethe, escribió: “Lo más difícil es ver lo que está delante de tus ojos”

Todos los enfrentamientos bélicos son horrendos, sin excepción. Pero cuando Israel es protagonista se produce una desproporcionada reacción en cadena en el mundo entero.

Solamente se observa un lado del conflicto y a su vez, es corrompido por la inverdades que se presentan, solamente en este último año, en diversas partes del mundo, han sido innumerables los asesinados: manifestantes en Venezuela, Turquía, Egipto y Libia, decenas de miles de sirios, (entre ellos miles de palestinos, y sin contar la cantidad de cristianos), han sido exterminados con armas químicas en Siria, comunidades enteras han sido masacradas en Afganistán y Sudán; en Irak podemos ver como cristianos son masacrados y crucificados como en la época de los romanos, Pakistán y Nigeria se cuentan por cientos las víctimas de atentados terroristas y hubo un récord de ejecutados en la horca en Irán, acusados de delitos, como la homosexualidad.

Ante todas estas atrocidades, a las que se sumaron conflictos como el de Ucrania y Rusia y otros muchos en el mundo, la respuesta es el silencio.

No he presenciado marchas, manifestaciones para repudiar la masacre indiscriminada, que realiza el gobierno de Bashar al-Asad, que lleva más de 220.000 muertos.

¿Dónde están las manifestaciones en el mundo entero, por el asesinato de los pasajeros de la Malasia Airlines, derribado por un misil antiaéreo, cuando realizaba un viaje por una ruta autorizada?

No leí declaraciones de repudio, y mucho menos manifestaciones por parte de la Iglesia Católica en condenar las matanzas que sufren los cristianos en Siria e Irak.

Ni tampoco por parte de los movimientos feministas o Gays reclamando por los asesinatos indiscriminados que estos grupos sufren en Irán.

La gente común e incluso sus gobernantes reconocen que no entienden mucho de que se trata y en definitiva responden con indiferencia ante tales catástrofes humanitarias.

Alcanza que Israel sea protagonista de un conflicto para que muchos de ellos eleven su voz y expresen su indignación. Repentinamente, se les despierta un fervoroso sentimiento de solidaridad e identificación con las víctimas que llama la atención. ¿En qué se diferencia una víctima palestina que vive en Siria de otra que habita en la Franja de Gaza?

¿Cuál es la razón por la cual corren ríos de tinta defendiendo a los gazatíes pero a nadie le importa los sirios? ¿Qué sentimiento produce que miles de personas alrededor del mundo se movilicen en manifestaciones públicas, a favor del Hamás en Gaza y que tantos intelectuales y periodistas escriban concienzudos artículos sobre un tema que no dominan?

La respuesta es extremadamente sencilla. El fuego interior que los moviliza y conmueve, es ni más ni menos, que el más puro, clásico y rancio antisemitismo, la judeofobia que despertó hacia fines del siglo XIX, en el que se exteriorizó el odio, dando lugar a que Theodor Herzl visualizara que era ya hora que el Pueblo Judío tuviera su hogar.

La diferencia es que en un caso pueden culpar y atacar a los judíos con un viso de legitimidad.

Cuando Herzl, el propulsor del sionismo, a fines del siglo XIX, era corresponsal en París y cubría el caso del militar judío Dreyfus, víctima de un complot que lo hacía aparecer como un traidor a la patria, escuchaba en las calles el mismo grito y el mismo sentimiento que se escucha hoy. Las masas gritaban desaforadas: “muerte a los judíos”.

Pasado más de un siglo, el mundo cambio en su arquitecturas, en sus modelos económicos, en sus visones sociales, en sus avances tecnológicos, pero se estancó y no ingresó en el mundo de la exageración si expreso en voz alta que creció, “maduró”, en el odio a los judíos, después de haber pasado un siglo en el que se vivió la industria del horror en su máxima expresión, digo y escribo: “El Mundo no aprendió nada”.
Las cancillerías deciden expresarse sólo cuando Israel toma la decisión de defenderse, pero nunca cuando semanas antes el Hamás lanzaba sus ataques. Los manifestantes callejeros se dan cita frente a la embajada de Israel varias veces en pocos días.

Lo vemos en la prensa que se repite en muchas países, que un grupo de bandoleros, con rostros cubiertos, se paran frente a la representación diplomática de Israel, para correar mentiras y verdades adulteradas al mejor estilo Goebbelianas.

Periodistas de medios prestigiosos osan comparar Gaza con un campo de concentración, ya el premio nobel de Literatura José Saramago había dicho a respecto de Jenin, que era el Auschwitz moderno, pobre imberbe.

Comparar Auschwitz, Treblinka, Chelmo, Sobibor a lo que sucede en Gaza, es la degeneración, la prostitución de las tristes verdades. Los judíos fueron llevados a los campos de extermino, simplemente porque eran judíos, porque eran denominados de raza inferior, del mal del mundo, nunca dispararon un cohete, nunca atacaron una población civil, nunca secuestraron jóvenes estudiantes, nunca entraron a una villa olímpica e mataron atletas. El asesinato de seis millones de inocentes se debió a su condición de judíos., simplemente eso.

Todos estos hechos tienen un mismo hilo conductor. Sus actores están inspirados, consciente o inconscientemente, por una visión empañada por una profunda judeofobia enquistada en sus más íntimas convicciones, por no decir en sus más íntimas entrañas.

No importan los hechos. No es relevante ni quieren escuchar que dice el Hamás sobre sí mismo. En su carta de principios está explícitamente registrado el deseo de destruir, asesinar y exterminar al Estado judío y también a todos los judíos del mundo, dentro de una convicción moderna denominada: “Nazihamismo”.

Esta organización terrorista jamás expresó su intención de crear un Estado Palestino.

Es un dato a tener en consideración que Israel evacuó en forma unilateral todos los enclaves judíos en Gaza en el 2005 y obtuvo como respuesta el lanzamiento de 15.000 misiles desde ese territorio a la población civil israelí. No es importante que lo que hace Israel es defenderse haciendo uso de los máximos esfuerzos con las técnicas bélicas más modernas para evitar y minimizar las víctimas civiles palestinas, a pesar que son utilizados como escudos humanos por los terroristas palestinos.

Pasan por alto estos elementos en aras de poder exteriorizar ese sentimiento atávico y poder condenar explícitamente a Israel, a los judíos en casi todos los países denominados de “democráticos”.

De la infinidad de conflictos que hubo y hay, en éste, surge una nueva unidad de medida, que corre libremente por cuenta del observador y que sólo es aplicable a Israel: el concepto de proporcionalidad.

Quienes no entienden ni opinan de otros conflictos, de pronto, se sienten con el derecho y el conocimiento de medir y exigir una respuesta proporcional en el ejercicio de su autodefensa.

Si el sistema antimisiles israelí “Cúpula de Hierro” funcionara peor y se hubiera producido un número mayor de víctimas judías, cambiaría entonces la ecuación y la proporcionalidad.

Pero el asunto es que Israel ha construido ese sistema defensivo y hay en todas las viviendas, refugios antimisiles para proteger a los civiles, mientras en Gaza usan a los civiles como barrera para frenar los ataques israelíes.

¿Cómo juegan estas variables en la proporción? ¿Qué sería entonces una respuesta proporcional?

Otros van más allá. Fuera de todo discernimiento agreden a Israel con el más doloroso calificativo que se le puede endilgar, tratándolo desvergonzadamente de nazi. Intentan justificar su odio, equiparando a los judíos con sus más crueles asesinos. Comparar el nazismo con la única democracia en el Medio Oriente es una ignominia, es una falsedad, es desviar los verdaderos fundamentos a lo que se denomina democracia.

Son los grupos de la izquierda intolerante quienes castigan en forma impiedosa a los que son el espejo de la verdad. Me refiero a la única democracia en todo Oriente Medio, que permite el derecho de expresarse libremente, de tener el poder judicial independiente, de tener un sistema manifestación política, constituyendo un ejemplo para el mundo todo.

Los judíos no habían hecho otra cosa en la Europa del siglo XX que ser ellos mismos. No tenían armas, no reivindicaban nada. Eran ciudadanos de cada uno de sus países, en muchos casos con menos derechos que los demás. ¿Puede compararse eso con el objetivo declarado del Hamás que es eliminar a Israel? En esta diabólica comparación, el arsenal impresionante de armas y los miles de misiles que tiran los terroristas palestinos ¿a qué sería comparable en esta analogía?

Los nazis tenían como objetivo eliminar a una raza inferior y para ello construyeron campos y máquinas para ejecutar ese exterminio. El objetivo de Israel es sólo vivir en paz, al lado de un Estado Palestino, deseo que fue rechazado una y otra vez por los propios palestinos y aceptado por Israel. Desde la comisión Peel en el año 1937, pasando por la partición en 29 noviembre de 1947, declarada por la ONU, y aceptada por Israel, y ante el ofrecimiento realizado por Ehud Barak en el año 2000 en Camp David junto al presidente Clinton, la respuesta dada por Yasser Arafat, el entonces líder de la Autoridad Palestina, fue la segunda intifada, dando lugar a la muerte de más de mil judíos.

No es parecido crear una industria de la muerte como hizo la Alemania nazi a utilizar la más moderna tecnología militar para evitar víctimas inocentes como hace Israel.

El conflicto les da la oportunidad a muchos de dar rienda suelta y de expresar sin tapujos todo el odio visceral contra los judíos. Pero que quede claro, el disfraz de defensor de los derechos humanos no encubre lo suficiente, como para que no veamos qué se oculta detrás.

La realidad es que Hamás secuestró Gaza para librar una guerra religiosa, con el objetivo de eliminar a los infieles de toda la tierra de Israel. Los infieles son también los cristianos que son perseguidos en todo el mundo musulmán, no tomar en cuenta esto es ser ciego, y parece ser que hace mucho tiempo Europa usa lentes negros y camina junto a un perro guía.

Días atrás reveía la película “La vida es bella”, y en una parte de la misma, el niño se acercaba a una vidriera de un local y leía: “no se permite la entrada a judíos (hebreos) y canes”. Esto mismo se puede ver en algunos locales, negocios en Bélgica, en Francia. Nada Ha cambiado. El mundo no aprendió nada del Holocausto, nada.

Quienes apoyan al Hamás están alentando a que los fanáticos terroristas alberguen la esperanza de que quizá su objetivo no sea tan desquiciado y que algún día podría ser alcanzado.

A pesar de eso, los judíos hemos aprendido la lección. Cuando no existía un Estado judío y estábamos inermes, vimos lo que el mundo era capaz de hacer con nosotros.

Ni una sola bomba de las miles de toneladas que se arrojaron en la Segunda Guerra Mundial, cayó sobre la vía de los trenes que conducía a los campos de exterminio. Para los líderes de esa época, bombardear las vías de los trenes que llevan a los judíos al exterminio, a la muerte, no eran objetivos militares.

Ahora los judíos poseen un Estado propio y un ejército y empuñan las armas para defenderse.

El primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu, dijo: No disminuyo el odio al Pueblo Judío en las vísperas de la segunda guerra mundial, lo que si cambio que ahora tenemos un poder defensa que nos permite cuidar del Estado de Israel y del Pueblo Judío.

Pero deseo traer a colación las palabras del fallecido primer presidente de Israel y premio nobel de Química Dr. Chaim Weizman, en el año 1939 en ese entonces presidente de la Organización Sionista Mundial: “En esta parte del mundo (EUROPA Central y Oriental), hay seis millones de judíos……, para quienes el mundo se halla divido en dos: Lugares en los que no pueden vivir y lugares en los que no pueden ingresar”.

A quienes no les gusta que los judíos se yergan y se defiendan, les sugiero que continúen utilizando sus plumas y sus carteles con consignas humanitarias y vayan a gritar su indignación a las calles.

A gritar como en la época de Dreyfus, por las calles de Paris, nada cambio, o si no tenemos un valiente escritor como Emile Zola, que escriba un J’Acusse, para desenmascarar a los verdaderos culpables.

Es importante y vigente traer a colación lo escrito por el gran poeta ruso León Tolstoi, a respecto de los judíos:

El judío representa el emblema de la eternidad. El, es a quien ni la masacre, ni la tortura durante miles de años pudo destruir; él, es quien ni el fuego ni la espada ni la inquisición pudo borrar de la faz de la tierra; él, quien fue el primero en presentar las profecías de D-os, él es quien durante tanto tiempo ha sido el guardián de la profecía, y es quien la ha transmitido al resto del mundo. Una nación semejante no puede ser destruida. El judío es eterno como lo es la Eternidad misma.

Porque me animo a vaticinar que, mal que les pese a muchos, Israel no será derrotada y los judíos no seremos exterminados tampoco en esta ocasión.

Rabino Ruben Najmanovich

Mg. Ciencias Sociales y Humanidades