domingo, novembro 03, 2013

El rabino y el delincuente

Esta historia sucedió en el año 2012, y fue relatada una semana después del fallecimiento del Rav Ovadia Yosef Z”L.

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El rabino y el delincuente

por Elisha Edri

Rav Ovadia Yosef

Una historia real sobre el poder del amor.

Mi vecino Eliahu vive sólo a unas cuantas casas de mí en la ciudad de Hispin, y trabaja con jóvenes inmigrantes etíopes y rusos en un programa del ejército. El año pasado en un día cálido de septiembre, el tipo de día que no quiere dar paso al entrante otoño, Elisha venía de vuelta después de cumplir con su servicio de reservista en Tzeelim.

El autobús iba lleno, pero a mitad de camino, en la estación de bus de Afula, muchísima gente se bajó. Entonces, un hombre mayor de barba blanca, sombrero negro y largo abrigo negro, se subió al bus y se sentó a su lado. Él notó que aquel hombre era alguien muy distinguido, como un dayán (juez) rabínico o algo así. El rabino vio la kipá sobre la cabeza de Elisha e inmediatamente comenzó a hablarle sobre la parashá de la semana. De ahí pasaron a daf yomi (Talmud), y luego a algunos temas de halajá (ley judía). El tiempo pasó volando y ya se acercaban a Tiberias —el destino final del rabino— cuando de pronto el rabino le preguntó a Elisha a qué se dedicaba. Elisha le contó sobre los jóvenes con los que trabajaba y le dijo cuán alejados estaban la mayoría de ellos de la Torá y del judaísmo tradicional.

El rabino se quedó en silencio durante un instante y después de una pausa dijo: “El próximo mes me retiro de mi posición como dayán. He trabajado allí durante 25 años. Pero no pienses que siempre he sido así. Yo no crecí en un hogar religioso”, dijo con una sonrisa. “Mis padres eran sobrevivientes del Holocausto, y no tenían la habilidad emocional para darme la atención que yo necesitaba. Prácticamente crecí en la calle. Estuve a punto de convertirme en un delincuente, ya que me juntaba con la gente incorrecta incluso desde antes de mi Bar Mitzvá”.

“Cerca de mi casa había una sinagoga, y al lado de ésta había un campo de fútbol donde pasaba el tiempo con mis amigos. A veces la pelota caía en el patio de la sinagoga, y una vez incluso rompimos una de las ventanas de la sinagoga, pero escapamos antes de que nos atraparan. Un Shabat, cuando yo tenía casi 15 años, pateé la pelota tan fuerte que no cayó simplemente en la entrada de la sinagoga, sino que le dio directamente al rabino cuando iba saliendo y le voló el sombrero. Mis amigos y yo nos reímos de buena gana al ver cómo su sombrero se transformaba en un platillo volador”.

“El rabino levantó su sombrero, caminó hacia mí, pero antes de que alcanzara a abrir la boca, yo le dije con atrevimiento: ‘Shabat Shalom. ¿Su señoría quiere hacer kidush para nosotros o prefiere unirse a nuestro juego?’. Él no se puso nervioso. En cambio, me miró y preguntó: ‘¿Dónde están tus padres?’. Yo le respondí burlonamente ‘están muertos’”.

“El rabino me dijo: ‘Ven conmigo’. Para mí era como un juego. No sé por qué, pero fui con él. Pensaba en las bromas que haría con mis amigos cuando regresara. Llegamos a su casa. Él entró y yo lo seguí. Hizo kidush y me dio algo de beber. Luego me preguntó: ‘¿Tienes hambre?’. ‘Me estoy muriendo de hambre’, le respondí. El rabino le hizo una seña a su esposa y me hicieron un lugar en la mesa y me trajeron comida. Comí como si fuera una persona que no ha visto comida en toda una semana. El rabino comió muy poco. Él simplemente me vio comer y dijo unas pocas palabras. Años más tarde entendí que probablemente yo me había comido también su porción”.

“Cuando terminé de comer, él me preguntó: ‘¿Estás cansado?’. ‘Estoy exhausto’, le respondí. El rabino me dio una cama y yo inmediatamente me dormí. Cuando me desperté era Motzei Shabat. El rabino me preguntó: ‘¿Qué quieres hacer ahora?’. ‘Me encantaría ir al cine a ver una película, pero no tengo dinero’, le respondí. ‘¿Cuánto cuesta una entrada?’, me preguntó. ‘Una lira y media’, le dije. El rabino me dio una lira y media y se despidió de mí, pero no sin antes decirme: ‘Vuelve mañana’”.

Tan sólo debes amarlos como si fueran tus propios hijos, y entonces tendrás éxito.

“Volví al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Comí y obtuve dinero para el cine día tras día. Eventualmente descubrí que había otros 12 niños como yo, a quienes el rabino había tomado de la calle y que iban a comer a su casa. Comencé a apegarme mucho a él. Él comenzó a enseñarme sobre judaísmo, y yo no quería ser malagradecido, así que lo escuchaba. Aprendí sobre lavarse las manos antes de comer, sobre los rezos y sobre las leyes de Shabat. Él me compró un par de tefilín y se sentó a estudiar conmigo jumash, mishná y halajá. Gracias a él yo eventualmente fui a una Ieshivá, recibí mi ordenación rabínica y, como puedes ver, me convertí en un dayán. Él me casó, casó a mis hijos y fue el sandak en el brit de mi nieto”.

Y cuando estaban llegando a Tiberias, el anciano finalizó su historia.

“Así que no te des por vencido en tu labor”, le dijo a Elisha. “Mira dónde comencé yo y en qué me convertí. Tan sólo debes amarlos; ámalos como si fueran tus propios hijos y entonces tendrás éxito”.

La gente comenzó a prepararse para bajar del autobús y Elishá consiguió hacer una última pregunta antes de que se despidieran. “¿Cuál era el nombre del rabino que te acogió?”.

“¿Por qué me preguntas cuál era su nombre? Él aún está vivo y muy activo, gracias a Dios, a pesar de que tiene 92 años de edad”, le dijo. “Su nombre es Rav Ovadia Yosef”.

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CERCANO A CUMPLIR LOS 30 DÍAS DE FALLECIMIENTO DE ESTE TSADIK Z”L. sHLOSHIM 30 DÍAS (6.11.2013)

El ex primer ministro Menajem Beiguin Z”L: Seu amor pelo Shabat e Israel

Tus aviones descansarán en Shabat

por Yehuda Avner**

Menajem Beiguin

Recordando el día en que Menajem Begin hizo que El-Al, la aerolínea nacional de Israel, dejara de viajar en Shabat.

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Durante mucho tiempo, Menajem Begin deseó imponer algo sobre uno de los sindicatos más poderosos del país, la aerolínea nacional israelí El-Al. Él quería detener las operaciones de la aerolínea desde el viernes al atardecer hasta el sábado al anochecer (las horas del Shabat judío) y también en las principales fiestas judías. Y fue precisamente sobre este tema que el Sr. Begin se dirigió a la Kneset (parlamento) en mayo de 1982 desde el estrado y no desde una silla de ruedas (era la primera vez que hacía esto desde que se había quebrado la cadera casi seis meses atrás). Sin embargo, dado que aún estaba adolorido, se levantó con dificultad, apoyándose en el brazo de una acompañante y con la ayuda de su bastón.

Durante varios días hubo en la Kneset una creciente tensión en el ambiente, mientras musculosos y fornidos hombres deambulaban por sus pasillos y cafeterías, y se acercaban a los comités; el número aumentaba diariamente. Ellos eran los jefes de la unión de trabajadores de El-Al, acompañados por sus abogados, quienes tenían la intención de frustrar el plan del Primer Ministro Begin respecto a detener los vuelos de la empresa en los días santos. Ellos presionaron, fastidiaron e hicieron peticiones a los parlamentarios sin descanso…

“Sr. Presidente, damas y caballeros, miembros de la Kneset”, comenzó diciendo Begin. “El gobierno ha decidido que en un periodo de tres meses, los aviones de nuestra aerolínea nacional, El-Al, ya no volarán en Shabat y en las fiestas”.

Este anuncio causó que apareciera una mirada de odio en las caras de los hombres de la unión de trabajadores, quienes estaban sentados viendo el congreso desde la galería publica. Las bancas de la oposición hicieron erupción en un ataque de preguntas:

“¿Y entonces por qué no apagas también la televisión en Shabat?”, gritó uno.

“¿Vas a detener también los barcos mercantes de Israel en el mar?”, gritó otro.

El Primer Ministro no se inmutó ni siquiera un poco con las burlas. Por el contrario, le dieron nueva inspiración.

“Griten todo lo que quieran”, se burló él… y luego, cambiando su tono, este hombre, quien creía en la oratoria como el arma suprema, considerándola una artística combinación de estilo, cadencia y la aplicación de formidable energía intelectual, dijo:

“Hace cuarenta años regresé del exilio a Israel. Aún están grabadas en mi memoria las vidas de millones de judíos, personas simples y comunes, que a duras penas se ganaban el sustento en aquella desolada diáspora, donde constantemente arrasaban las tormentas de antisemitismo. A ellos no se les permitía trabajar en el día cristiano del descanso, el domingo, y ellos se rehusaban a trabajar en su día de descanso, el sábado, ya que ellos vivían bajo el mandamiento de ‘recuerda el día de Shabat para santificarlo’. Por lo tanto, cada semana ellos perdían dos días completos y se les hacía muy difícil ganar un sustento. Para muchos esto significaba vivir en la pobreza. Pero ellos no profanarían el día del Shabat”.

“Entonces, ¿por qué no detienes también el fútbol en Shabat?”, interrumpió un legislador, desatando otra ráfaga de burlas, abucheos y ofensas.

Una sola nación

Astutamente, Begin contó la historia de Salónica, y mientras lo hacia la Kneset escuchó atentamente.

“En Grecia había una ciudad portuaria llamada Salónica, la cual tenía una gran población judía antes de la guerra. La mayoría de los trabajadores del puerto eran judíos, y en Shabat no trabajaban. Estos estibadores preferían renunciar a su pago antes que profanar el Shabat. Los goim aceptaban esto como un hecho de la vida, y el puerto estaba cerrado en el día de Shabat. ¡Imaginen eso!”.

“Y tú quieres cerrar todo el país y regresarnos a la Edad Media”, gritó alguien.

Shabat consagra un principio social-ético sin igual.

“Ah, la Edad Media”, repitió el Primer Ministro sarcásticamente, y para el deleite de sus partidarios, él tranquilamente levantó su mano derecha como si fuera a atajar una pelota, la lanzó de regreso hacia el objetante y continuó con su flujo retórico.

“La Edad Media, dices. Pues déjame decirte algo mi querido amigo socialista: Shabat consagra un principio social-ético sin igual. Shabat es uno de los valores más nobles de toda la humanidad. Se originó con nosotros, los judíos. Es absolutamente nuestro”.

“Ninguna otra civilización en la historia tuvo un día de descanso. El antiguo Egipto tenía una gran cultura cuyos tesoros están a la vista hasta hoy en día; sin embargo, el Egipto de la antigüedad no tenía un día de descanso. Los griegos de antaño sobresalieron en filosofía y en artes, pero sin embargo, ellos no tuvieron un día de descanso. Tampoco lo hicieron las civilizaciones de Asiria, Babilonia, Persia, India, China. Ninguno de ellos tuvo un día de descanso”.

“Entonces ponte una kipá”, se burló alguien.

“¡Jutzpá!”, estalló Begin enfureciéndose. “Yo estoy hablando de los valores más sagrados de nuestro pueblo y tú te atreves a rebajarlos a una burla. ¡Que vergüenza!”.

Con los brazos en alto, él gritó: “Solamente una nación santificó el Shabat, una pequeña nación, la nación que escuchó la voz en Sinaí, 'para que tu siervo y tu sierva también descansen como tú'. Nuestra nación es la que le transmitió a la humanidad el imperativo de que un día de descanso aplique para los seres más humildes. Nuestra nación es la que le dio a los trabajadores una dignidad igual a la de sus empleadores, afirmando que ambos son iguales ante los ojos de Dios. Nuestra nación es la que transmitió este regalo a las otras creencias: Cristianismo, domingo; Islam, viernes. Nuestra nación es la que coronó a Shabat como la Reina soberana”.

Un coro de aprobación se elevó desde las bancas del gobierno, envolviendo hasta el último vestigio de discrepancia. Begin, ídolo de la gente, inmerso en su entusiasmo y sentido de misión, se elevó hasta el clímax.

“Así que aquí estamos, en nuestro propio renacido Estado Judío, ¿y vamos a permitir que nuestros aviones azules y blancos de El-Al vuelen de un lado para otro y le transmitan al mundo el mensaje de que no hay Shabat en Israel? ¿Acaso debemos nosotros, quienes por fe y tradición escuchamos los mandamientos en Sinaí, entregar un mensaje a todo el mundo a través de nuestros aviones de El-Al diciendo 'No, no recuerden el día de Shabat. ¡Olviden el día de Shabat! Profanen el día de Shabat'? Me estremezco al pensar que los aviones de nuestra compañía de transportes nacional han viajado de un lado al otro del mundo en el séptimo día durante todos estos años, a vista de judíos y gentiles por igual”.

Restaurando el alma de una nación

La conmoción resultante fue genial. El Presidente de la Kneset se sentó al tiempo que golpeaba en vano su martillo, el cual hacía un ruido sordo como si fuera un mazo de terciopelo. Entonces, Begin mismo levantó sus palmas y luego las bajo gentilmente, una, dos, tres veces, hasta que el furor se calmó. Una vez calmado, fijó sus ojos en la galería pública y dio una solemne mirada a sus ocupantes.

No se puede evaluar el valor de Shabat en cuanto a pérdida o ganancia financiera.

“Déjenme decirles esto, buenos trabajadores de El-Al. El gobierno ha sido objeto de amenazas de algunos de ustedes si seguimos adelante con nuestra decisión. Nosotros ignoramos estas amenazas. En una democracia, las decisiones de gobierno no se toman bajo amenaza. No podemos involucrarnos en cálculos de ganancia y pérdida cuando se trata de la eterna herencia del pueblo judío. No hay forma de evaluar el valor religioso, nacional, social, histórico y ético del día de Shabat con la vara de la ganancia o perdida financiera. Si no fuera por el Shabat que restauró las almas y revivió las vidas espirituales, semana tras semana, de nuestra muy sufrida nación, nuestras pruebas y vicisitudes nos habrían arrastrado a los niveles más bajos de materialismo y decadencia moral e intelectual”.

Y para aclarar su punto, concluyó su discurso con el celebrado dicho de que "más que los judíos han cuidado el Shabat, el Shabat ha cuidado a los judíos".

Con eso, se volteó para regresar cojeando a su asiento entre alabanzas y mofas. Pero apenas había dado un paso cuando, golpeado por un repentino pensamiento adicional, cojeo de regreso al micrófono y declaró:

“Sr. Presidente, permítame agregar solamente un punto más. Todos aquí deberíamos saber que no es necesario ser observante para apreciar la histórica y santa aura que consagra este 'regalo perfecto' llamado Shabat. Sus prohibiciones no son arbitrarias; nos proveen de aislamiento contra la corrosiva rutina diaria. Construyen cercas contra invasiones de lo profano, y enriquecen el alma creando un espacio para el tiempo sagrado. En una palabra, uno no necesita ser piadoso para aceptar el preciado principio de Shabat. Uno tan sólo necesita ser un judío orgulloso”.

El Presidente vociferó que sometería la propuesta del Primer Ministro a voto, e instruyó a los escrutadores comenzar a contar. El conteo fue 58 a favor y 54 en contra, y Menajem Begin exhaló un largo suspiro de alivio mientras se alejaba cojeando hacia fuera del salón.

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**Reimpreso de The Prime Ministers por Yehuda Avner, con permiso de Toby Press.