quinta-feira, janeiro 28, 2016

Holocausto: El testimonio de fe de Rav Lau

El testimonio de fe de Rav Lau                             

El testimonio de fe de Rav Lau

"No puedes ni empezar a explicar mi supervivencia sin hablar de milagros".

Rav Israel Meir Lau, actualmente Gran Rabino de Tel Aviv y Presidente de Yad Vashem, y ex Gran Rabino Askenazí de Israel, es uno de mis héroes. He deseado por mucho tiempo conocerlo personalmente, desde la primera vez que leí sobre la historia de su vida. Su relato de triunfo y fe siendo un joven durante el Holocausto nos da un modelo a seguir sobre la grandeza personal frente a dificultades inimaginables. Su autobiografía, que fue éxito de ventas, acaba de ser traducida al inglés por primera vez, poniendo su historia al alcance de millones de personas. Esta autobiografía, llamada "Out of the Depths" (Editorial Sterling), cuenta la historia de su milagrosa travesía desde un refugio para huérfanos hasta convertirse en uno de los líderes del pueblo judío.

Una Cadena Intacta

Rav Lau nació en 1937 en la ciudad polaca de Piotrkow, en donde su padre, Rav Moshé Jaim Lau zt''l servía como rabino. A la tierna edad de cinco años, su familia fue brutalmente desgarrada cuando su padre y su hermano fueron llevados a los campos de muerte. Su padre era el trigésimo séptimo en una lista ininterrumpida de rabinos en la familia. Como tal, sus últimas instrucciones a su hijo de 16 años, Naftalí, fueron proteger a su pequeño hermano, Lulek – como era llamado – para asegurar que la cadena rabínica permaneciera intacta. Pocos años después, las instrucciones que dio la agonizante madre de Rav Lau fueron las mismas. Por alguna razón, ambos sintieron que su hijo más joven era el destinado a continuar la tradición milenaria de la familia.
A los siete años fue separado de su madre, cuando ella lo confió al lado de los hombres durante la deportación. "Tulek, lleva a Lulek", dijo, confiándoselo a Naftalí con la esperanza de que los hombres tenían mayores probabilidades de sobrevivir. Naftalí lo metió de contrabando en el campo de labores forzadas de Buchenwald, dado que un niño de su edad hubiese sido eliminado en el acto si hubiese sido descubierto. Rav Lau se convirtió de esta forma en el menor y más pequeño interno del campo. Su supervivencia durante el año siguiente fue principalmente gracias al constante auto-sacrificio y protección de Naftalí.
Viendo que el final de su vida estaba cerca, el pequeño Lulek se paró firme y dio el primer discurso de su larga carrera como orador.
Poco tiempo después de entrar a un campo de labores forzadas en Czestochowa, el comandante de la Gestapo advirtió que había un gran número de niños en el campo. Los congregó y les dijo que eran innecesarios para el esfuerzo de guerra alemán, y que por lo tanto eran prescindibles. Viendo que el final de su vida estaba cerca, el pequeño Lulek se paró firme y dio el primer discurso de su larga carrera como orador. "Es un error pensar que somos inútiles", dijo en polaco. Luego, comenzó a describir cómo había trabajado en turnos de 12 horas entregando agua a los trabajadores de la fábrica de vidrio cuando sólo tenía seis años. "Por lo tanto, no pueden decir que no tenemos potencial laboral", concluyó. Junto a un soborno, aquel discurso salvó su vida y la de los otros niños – al menos por un tiempo.

Adulto Antes de Tiempo

En 1945, a la edad de ocho años, Rav Lau se convirtió en el sobreviviente más joven de Buchenwald en ser liberado por los norteamericanos. En su libro, Rav Lau relata una de las historias más fuertes de su vida – el momento de la liberación. Cuando el joven Lulek vio a los soldados norteamericanos atravesando las puertas del campo, se escondió detrás de una pila de cadáveres, dado que no sabía si aquellos hombres eran amigos o enemigos. Rav Herschel Schacter, el capellán del Tercer Batallón de los Estados Unidos, se bajó de su jeep para examinar la carnicería y la destrucción que los nazis habían dejado atrás con las últimas balas que les quedaban. De repente, vio al niño escondiéndose detrás de los cadáveres. Sorprendido por ver una señal de vida en ese lugar, y más aún porque fuese un niño judío, alzó a Lulek y le dio un fuerte abrazo, mientras lágrimas de tristeza y alegría caían de sus ojos.
"¿Cuántos años tienes, hijo?", le preguntó en idish, sollozando.
"¿Qué diferencia hace mi edad?" respondió Lau con sospecha. "De todos modos soy mayor que tú".
"¿Por qué crees que eres mayor que yo?" preguntó Rav Schacter, ahora sonriendo.
"Porque tú ríes y lloras como un niño", respondió Lau. "Yo no recuerdo cuándo reí por última vez, y ya no puedo llorar. Entonces, ¿quién de los dos es mayor?".

Rodeado de Milagros

Después de haber atestiguado en sus pocos años de vida más muerte y destrucción que lo que la mayoría de nosotros podemos imaginar, la pregunta más fuerte es qué fue lo que le dio a este joven huérfano la fortaleza para sobrevivir durante aquellos seis años de infierno. Más aún, ¿cómo se las arregló para reanimarse y reconstruir su vida en Éretz Israel desde la nada? La respuesta yace en el gran sentido de responsabilidad que él sentía. Pero no era solamente el sentido de responsabilidad hacia el legado de su familia lo que hizo que Rav Lau perseverara y continuase hasta lograr tanto en su vida – fue un sentido de responsabilidad hacia Dios por haber salvado su vida, cuando tantos otros no fueron tan afortunados.
Durante tres años estuve rodeado de cadáveres. Cuando Le digo gracias, lo digo en serio.
"No puedes ni empezar a hablar de mi supervivencia sin hablar de milagros", cuenta Rav Lau apasionadamente. "Cuando me levanto en la mañana y digo ‘Modé Aní’, “Te agradezco, Dios, por devolver mi alma”, recuerdo que Dios efectivamente me devolvió el alma. Durante tres años estuve rodeado de cadáveres. Cada mañana, mucha gente en la barricada no se levantaba. Yo llevaba la carreta de los muertos al crematorio todos los días. Incluso después de la liberación, el 60% de los sobrevivientes de Buchenwald murió de tifus y otras enfermedades incluso antes de poder siquiera comenzar a rehacer sus vidas. Yo estaba en el valle de los huesos secos. Cuando Le digo gracias, lo digo en serio. Dios realizó incontables milagros para mí. Esto me da una motivación extra para no desperdiciar mi vida y hacer algo que justifique todos los milagros que me ocurrieron. Podría haber terminado en la calle en medio de criminales, pero Dios confió en mí. Tengo prohibido desilusionarlo".

El Vaso Medio Lleno

¿Pero cómo podemos nosotros, que no hemos experimentado semejantes milagros abiertos, inspirarnos con su historia? "Un judío tiene que creer que todo es un milagro de Dios. Anda a un hospital y ve los distintos tipos de sufrimiento que una persona puede tener que atravesar para vivir durante un día. La gente gasta cientos de miles de dólares y se somete a cientos de operaciones sólo para salvar un pequeño porcentaje de la visión de un ojo. Nosotros recibimos dos ojos como un regalo de Dios, sin sufrir, sin operaciones, sin pagar nada. ¿Es posible desperdiciar eso y no apreciar el valor que tiene? ¿No te da simjá, satisfacción, el tener esos tremendos regalos? ¿Cómo puedes no sentirte obligado a agradecerle a Quien te dio esas herramientas? Es un cálculo simple. El hospital queda cerca, ven conmigo y echa un vistazo. ¿Cómo puedes decir que no vales nada? Hay gente que haría lo que sea por los regalos que tienes. ¡Y tú los recibiste gratis!".
Rav Lau compartió conmigo una sabia perspectiva que lo ayudó en su vida. Un optimista ve la mitad medio llena del vaso. Alguien le preguntó una vez cómo puede hablar siempre de la mitad llena del vaso y negar el otro 50%, la mitad vacía. "La respuesta que di es que no puedes beber de la mitad vacía", explicó Rav Lau. "Si estás sediento y quieres satisfacer tu sed, tienes que prestarle atención al 50% que está lleno. Del vacío no obtienes nada. Por lo tanto, en mi vida siempre trato de prestarle atención a la parte llena, porque es de ella que puedo derivar beneficio y esperanza".

Derrotando a los Nazis

La historia de Rav Lau permaneció con él durante más de 60 años, hasta hace pocos años atrás. En 2003, después de completar su cargo de Gran Rabino de Israel, tuvo dos años libres antes de volver a su posición como Gran Rabino de Tel Aviv. Durante ese tiempo, escribió un libro sobre ley judía y un trabajo de seis volúmenes sobre Pirkei Avot, y tuvo finalmente tiempo para escribir sus memorias. "Al Tishlaj Yadja Al Hanáar” vendió más de 200.000 copias – el libro más vendido que ha producido la prestigiosa editorial Yediot Sefarim. “Me di cuenta que este tiempo me fue dado por Dios", recuenta. Poco después, Rav Lau la hizo traducir al inglés, pero le llevó casi tres años encontrar una editorial que la aceptara sin hacer ningún cambio. "¿Cómo podría permitir que la cortasen? ¿Cómo podría decidir quién merece ser mencionado y quién no? Dije, 'acéptala como es, o no la aceptes'".
Finalmente, la editorial Sterling la aceptó sin ningún cambio. La tía abuela de la editora, Barbara Berger, era sobreviviente de Buchenwald. "La adopté", dijo ella. "Será mi bebé – tal cual es".
Atacaron nuestra alma antes de atacar nuestro cuerpo. Si abandonamos la Torá, los estamos ayudando a ganar la batalla.
La motivación de Rav Lau para escribir sus memorias fue doble. Primero, la ve como parte de la mitzvá de recordar lo que Amalek nos hizo. "Hay dos aspectos en esta mitzvá", explicó, "'No olvides', y 'recuerda'. 'No olvides' es en el corazón, 'recuerda' es una acción. Encender velas de yortzait, decir kadish y estudiar mishná por los fallecidos son actos de recuerdo. Este libro también es un acto de recuerdo, para que no sea olvidado del corazón. Es una ner neshamá, una vela de yortzait que encendí para ellos".
Su segunda motivación fue enseñarle a la gente lo que él cree que es la verdadera lección del Holocausto. "Mucha gente abandonó el judaísmo por el Holocausto. Yo hice exactamente lo opuesto", dijo. "La única alternativa que tenemos es apegarnos a la Torá y a las mitzvot. ¿Por qué? Porque queremos derrotar a los nazis. Los nazis no sólo atacaron a los judíos físicamente, sino que también lo hicieron en el plano espiritual. ¿Cuál es la prueba? Lo primero que hicieron, incluso antes de que la guerra empezara, fue la Kristallnacht. Destruyeron más de 1.000 sinagogas en una sola noche. Diez meses antes del comienzo de la guerra, ya estaban luchando en contra de las sinagogas y los sifrei kódesh, nuestros libros sagrados. Esto muestra cuál era su intención real. Atacaron nuestra alma antes de atacar nuestro cuerpo. Si abandonamos la Torá, los estamos ayudando a ganar la batalla. Debemos ser victoriosos por medio de aferrarnos a la Torá. Nuestra eternidad y nuestra continuidad dependen de ello".
 
 
 
Este artículo apareció originalmente en Hamodia y es republicado con su permiso.