quarta-feira, julho 04, 2012

Amigos en Facebook

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¿Estamos olvidando lo que significa

tener un amigo real?

En el mes de mayo pasado, en la noche del tikún de Shavuot, uno de los conferencistas, trajo a colación el tema de Facebook y las amistades virtuales.

Basado en eso me coloque el objetivo que es para hoy en día, el concepto de amistad en muchas personas, principalmente en jóvenes.

Vivimos la generación del fast food, de Open 24 hours, de la imagen hollywodiana, de Boomerang, de jóvenes que todo pueden, del ya, del ahora, y si es cinco minutos más tarde, ya no sirve, la generación de que la vida se tiene que obtener éxito hasta los 30 años, de amores descartables.

Entonces que nos debe sorprender que el facebook, el twitter y otros estén de boga.

El problema que surge, es que la realidad se va dejando de lado, y todo es virtual, imaginario, ilusionario, y perdemos la noción del ser, ser nosotros mismos.

Dejamos a la vista de todos nuestra mayor riqueza, que es la intimidad, porque ella es el tesoro del ser humano.

El Talmud en nombre de Rabí Shimon Bar Iojai dice: Javrotenu o mitatenu, tener amigos o somos seres “muertos”.

La amistad, el poder conversar rostro a rostro, hace que podamos ver los ojos del otro, que son el espejo del alma.

¿Puede ser que se banalizo la amistad, así como otras relaciones?

Basado en un artículo del Rabino Benjamín Blech, tenemos la siguiente concepción, ¿al final Ud. que disfruta más de lo real, o de lo virtual?

Leamos, conversemos, y entendamos que es imposible tomar un refresco con un amigo virtual

Al ver la cantidad de amigos que las personas tienen en Facebook me avergüenzo. No me estoy comparando a celebridades que parecen tener millones en su círculo íntimo. Estoy hablando del ciudadano promedio como yo, que ha acumulado amigos llegando a las cinco cifras y parece estar expandiendo continuamente su círculo de relaciones cercanas.

¿Qué pasa conmigo? El número de personas que considero verdaderos amigos no llega a los dos dígitos, a pesar de que soy una figura bastante pública con un gran número de conocidos.

Me molestó bastante hasta que finalmente lo entendí.

No es que tenga menos amigos que otras personas, es simplemente que me niego a aceptar que la palabra "amigo" sea devaluada por la inflación verbal. No dejaré que una descripción que debería reservarse para las relaciones más cercanas y significativas sea mal utilizada en asociaciones pasajeras con individuos que no tienen la menor idea o interés en mis penas y alegrías.

Yo creo que la inflación verbal es tan mala como la financiera. Degrada el valor de nuestras palabras al igual que la monetaria disminuye el valor de nuestras monedas. Recuerdo cuando el dólar valía algo; y, previo a la aparición de Facebook, me parece recordar que “amigo” significaba algo más que alguien que conozco por su dirección de e-mail.

Joseph Zabara, el poeta y médico hebreo del siglo 13, lo expresó de manera memorable: “La amistad es un corazón en dos cuerpos”.

La amistad verdadera es un regalo de Dios, Él nos dijo en la Toráh “no es bueno que el hombre esté solo”. Necesitamos comida para vivir, pero necesitamos amigos para que valga la pena estar vivos. Y los amigos, de acuerdo a Maimónides, tienen que demostrar su compromiso para ganarse este noble título.

A partir de las famosas palabras del libro Ética de Nuestros Padres, “Adquiere un amigo” (1:6), Maimónides explica que para que la amistad merezca ser llamada de esta manera, debe ser una experiencia tripartita. Un amigo debe ser, primero que nada, “un amigo para ayudar”. Debe ser alguien con el que puedas contar, preferentemente incluso sin pedir ayuda.

Lo siguiente es que debe ser “un amigo para conversar”. Los amigos deben sentirse libres para comunicar sus pensamientos más profundos, sin importar cuán fuera de lugar les parezcan a los demás.

Finalmente, un amigo debe ser “un amigo en perspectiva”. Debe haber una visión en común, objetivos y valores compartidos.

¿Difícil de encontrar? Por supuesto. Es por eso que los amigos reales escasean. Y es por eso que encuentro ofensivo cuando la palabra es utilizada tan descuidadamente.

Si los llamo amigos, ¿qué palabra debería utilizar para aquellos que quiero más que a mis parientes?

Cuando abro mi correo de Google, siempre encuentro notificaciones de extraños invitándome a su círculo de amigos. Apenas los conozco. Si su lista sugiriera simplemente relación de conocidos, no tendría problema en aceptar. Pero si los llamo amigos, ¿qué palabra debería utilizar para aquellos que quiero más que a mis parientes?

Ya no soy un jovencito, he vivido muchas cosas en mi vida. Hubo momentos en los que disfruté grandes logros. En ellos aprendí la verdad de la observación de Oscar Wilde de que “hace falta una muy buena naturaleza para simpatizar con el éxito de un amigo” – sólo los amigos verdaderos compartieron mi alegría.

Hoy estoy pasando por un tiempo difícil. Los años traen consigo preocupaciones por la salud y la subsistencia. Los conocidos me dicen todas las cosas correctas, me desean el bien, y sé que son sinceros. Pero además tengo amigos que no sólo se preocupan por mis preocupaciones, sino que también las comparten conmigo. Y esto hace la diferencia.

Lo que sé hoy es que cada amigo real es un milagro. Los milagros tienen que ser atesorados, y no deben ser esperados como algo dado, como si tuviéramos automáticamente derecho a ellos. Los amigos en Facebook pueden ser cientos, pero no son los que realmente cuentan. Mi lista es mucho más corta, pero es, por lejos, más significativa.

Y una cosa más. Le agradezco a D-os por cada amigo real, porque comprendo que tener incluso uno ha hecho que mi vida esté llena de bendición.

Caridad – Tzedaká – Justicia Social

LOS OCHO NIVELES DE LA TZEDAKÁ

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Escribe el RaMBaM (Leyes Sobre la Ayuda a los Pobres cap. 10 - Mishné Torá, Leyes de la Caridad, 10:7-14) que existen ocho niveles de tzedaká, cada uno de los cuales se halla por encima del otro.

El nivel más excelso de la tzedaká es el de aquel que le facilita dinero al necesitado tanto en calidad de préstamo como un regalo para que pueda establecerse económicamente y comience a trabajar para que no requiera de la ayuda o la tzedaká de otros. Sobre esta forma de ayuda al prójimo está escrito: Y lo sostendrás, y vivirá contigo, o sea que le brindarás el sostén necesario para que pueda sustentarse por sí mismo.

Por debajo de este nivel se encuentra aquel que realiza la tzedaká sin saber a quién está destinada y tampoco los pobres que reciben su dinero saben de su procedencia. De esta forma se cumple con el precepto de la Tzedaká en forma totalmente desinteresada, sólo por cumplir la orden del Eterno, pues no recibe ningún beneficio ni reconocimiento por el precepto ni nadie sabe de la caridad que realiza. Por ej. las personas que donan dinero a instituciones de estudio de Toráh o que se dedican a socorrer a los necesitados, en estos casos quien colabora no sabe a quién está ayudando y tampoco quienes reciben saben de su benefactor. Y acota el Ramba"m que en estos casos, que envía su dinero a instituciones o lo canaliza por medio de un encargado, debe poseer la certeza que las personas responsables por repartir el dinero son individuos honorables y temerosos de D-os, pues de lo contrario se pierde el mérito de la caridad y no se considera un precepto como lo vimos en la entrega anterior. Y así afirma el Talmud (Baba Batra) Qué tipo de caridad salva al hombre de la muerte? Aquella que se realiza sin saber a quién está ayudando y cuyos beneficiaros desconocen a su benefactor.

El nivel que sigue al anterior es el de quien sabe a quién le está entregando la caridad pero el beneficiario desconoce la identidad del benefactor. Y así procedían los grandes sabios de Israel quienes enviaban su ayuda a los pobres sin que estos se enterasen de quien los estaba ayudando. Se incluyen en esta categoría aquellos que envían bonos para adquirir comida u otras necesidades o envían canastas con artículos de primera necesidad, en caso de que no encuentren encargados realmente dignos de cumplir con esta labor.

Por debajo de esta categoría se halla la de los pobres que saben de quien reciben pero el benefactor no sabe a quién está ayudando, como en el caso de grandes rabinos del Talmud que cargaban una bolsa con dinero y la dejaban en el barrio de los pobres sin saber cuáles necesitados recogían el dinero.

Un nivel inferior a este es entregarle al pobre antes que este le pida su ayuda.

Por debajo se encuentra aquel que ayuda después de que le piden su colaboración.
Inferior a este es quien colabora con una cantidad menor a la que debe pero lo hace con buen semblante, esbozando una sonrisa.

Inferior aún es quien ayuda pero de mala gana. Pues quien realiza la tzedaká sin amor y con desgano por el dinero que tiene que entregar, no se considera dicha acción algo loable y pierde la recompensa del precepto. Pues la tzedaká debe de realizarse con alegría, con una sonrisa y asociándose a la necesidad del otro estimulándolo y apoyándolo con expresiones optimistas, como está escrito: Y el corazón de la viuda, alegré.

Y por sobre todo, el nivel más loable de la tzedaká es la ayuda que se brinda a los verdaderos estudiosos de la Tora, que dedican su tiempo en forma abnegada al estudio y observancia de los preceptos, quien les brinda su apoyo cuenta con el mérito de la Toráh que ellos estudian para protegerlo y bendecirlo con prosperidad. Ocurrió en Brooklyn, N.Y. con un persona de buen pasar económico que fue visitado por el decano de la Ieshiváh de Mir en Jerusalén para pedirle su ayuda pues la institución se hallaba enfrentado deudas y la situación era muy comprometida e incluso se les dificultaba saldarle a los abrejim -estudiantes- sus últimos sueldos. Este hombre recibió al rabino con todos los honores que su investidura le merecían, pero le explicó que su situación en ese momento no era la ideal y aún cuando disponía de dinero lo necesitaba para realizar negocios que requerían de inversiones en efectivo. De todas formas, en cuanto contara nuevamente con la posibilidad de ayudar a la Ieshiváh lo haría gustosamente como lo vino haciendo todo el tiempo. El rabino aceptó las disculpas, honestas, de este hombre que regularmente ayudaba a la Ieshiváh con gran generosidad, pero le propuso que aún cuando no pudiera ayudarlo, le facilitara el dinero en calidad de préstamo por un par de semanas para así poder hacer frente a las deudas y, lo más importante, poder saldar su deuda con los estudiantes que necesitaban imperiosamente el dinero para subsistir. Este hombre aceptó gustosamente y le extendió un cheque al rabino por el 90 % del dinero que poseía en el banco, dejando solamente una parte pequeña en efectivo para eventuales gastos que su negocio requiriese. Al día siguiente de este suceso, el banco americano en el que este hombre tenía su dinero presentó su quiebra haciendo que todos los ahorristas perdiesen su dinero. De no haber aceptado ayudar al rabino para apoyar a los estudiosos de la Toráh, hubiese perdido todo el efectivo de que disponía. El mérito del gran precepto de la tzedaká lo protegió, sobre esto está escrito: Y será la acción de la tzedaká, paz.