quarta-feira, maio 14, 2014

El Milagro del Séptimo Año

El Milagro del Séptimo Año

clip_image001Mi nombre es Dov Weiss, y fui uno de los treinta jóvenes que empezaron el moshav (asentamiento agrícola) de Komemiut, en el sur de Israel. Fue en el año 1950, después de haber completado nuestro servicio militar. Todavía era soltero. Entre los fundadores también se hallaba el conocido Rabi Biniamin Mendelson, de bendita memoria. Había inmigrado de Polonia y servido como rabino de Kfar Ata.

Al principio vivíamos en carpas, en el medio del yermo desierto. Los asentamientos más cercanos al nuestro eran los kibutzim del movimiento izquierdista Shomer Hatzair: Gat, Gilon, y Negva. Algunos de nuestros miembros se mantenían trabajando en el Kibutz Gat, el más cercano a nosotros, haciendo diferentes tipos de labor manual. Otros trabajaban en nuestros campos plantando trigo, cebada, centeno y otros granos y legumbres. En ese momento, no había cañerías de agua que llegaran a nuestro moshav. Teníamos que contentarnos con lo que podía crecer en campos secos y sin riego. Cada pocos días hacíamos un viaje al Kibutz Negva, aproximadamente a 20 kilómetros de distancia, para llenar grandes depósitos de agua potable.

El segundo año, 5711 del calendario judío (1950-verano de 1951), era año de Shemitá, que ocurre cada siete años, en el cual la Torá ordena desistir de todo trabajo agrícola. Fuimos unos de los pocos asentamientos de Israel en observar las leyes del año Sabático y del abstenerse de trabajar la tierra. En su lugar, nos concentramos en construir y en ese año nos dedicamos a finalizar las viviendas exitosamente. El moshav se desarrolló gradualmente y se extendió, y cada vez más familias se instalaron, así como varios jóvenes solteros. A fin de año éramos alrededor de ochenta personas.

Cuando el año Sabático llegó a su fin, nos preparamos para renovar nuestras actividades de cultivo. Para ello necesitábamos semillas para sembrar, pero podíamos usar sólo trigo del sexto año, el año que precedió al de Shemitá, pues el producto del Séptimo Año está prohibido para este tipo de uso. Fuimos a todos los establecimientos agrícolas en el área, cerca y lejos, buscando semilla de buena calidad de la cosecha de años anteriores, pero nadie podía cumplir con nuestra demanda.

Todo lo que pudimos encontrar fueron unas semilla agusanadas y viejas que, por razones que nunca quedaron claras, estaban tiradas en un almacén del Kibutz Gat. Los kibutzniks de Gat estallaron de risa, burlándose de nosotros, cuando les revelamos que estábamos interesados en estos granos que habían estado pudriéndose durante años en una oscura esquina.

"Si realmente los quieren, pueden tomar todo lo que les guste, y gratis” ofrecieron entretenidos.

Consultamos con el Rabino Mendelson. Su contestación fue: "Tómenlo. El que ordena al trigo crecer de la semilla buena, también puede hacerlo crecer de la semilla descompuesta y abandonada”.

De todas formas, no teníamos alternativa. Así que cargamos en un tractor todas las semillas viejas que el kibutz había ofrecido gratuitamente y regresamos a Komemiut.

Las leyes de Shemita nos prohibían arar y revolver la tierra hasta después de Rosh Hashaná, el principio del octavo año, por lo que no pudimos sembrar las semillas hasta noviembre. Esto era dos o tres meses después de que todos los otros granjeros habían completado su plantando.

Ese año, las lluvias se atrasaban. Los granjeros de todos los kibutzim y moshavim miraban fijamente al cielo, por la anhelada lluvia. Empezaron a sentirse desesperados, pero los cielos permanecían azules.Finalmente llovió. ¿Cuándo? Un día después que completamos el plantando de nuestros mil dunam de campos de trigo con esas semillas deterioradas, el cielo se abrió y las lluvias cayeron sobre la tierra reseca.

Los días siguientes estábamos nerviosos, pero tornamos nuestra atención a fortalecer nuestra fe y confiamos en D-os. Sin embargo, no tomó mucho tiempo para que se revelara claramente la mano del Todopoderoso. En aquellos campos de trigo que se plantaron durante el Séptimo Año- meses antes de la primera lluvia- crecieron sólo cosechas débiles. Al mismo tiempo, nuestros campos- sembrados con la semilla infestada y vieja y bastante después de la estación apropiada- se cubrieron con un inusual rendimiento de un trigo grande y saludable, comparado con cualquier otro normal.

La historia del "milagro de Komemiut” se extendió rápidamente. Granjeros de todos los establecimientos agrícolas en la región vinieron a ver con sus propios ojos lo que no podían creer al oír los rumores.

Cuando los granjeros del Kibutz Gat llegaron, nos sorprendieron. Después de ver la llamativa cantidad de trigo que creció en nuestros campos, nos anunciaron que querían recibir el pago por las semillas de trigo estropeado y viejo que nos habían dado con desdén tiempo atrás.

Nos sobresaltaron más aun: ¡Dijeron que llevarían la demanda contra nosotros a un Beit Din (Corte Rabínica), y con el propio Rabino Mendelson, nada menos! Deben haberse figurado que en una corte secular semejante demanda no tendría la mínima oportunidad de ganar un solo centavo.

El Rabino Mendelson aceptó su caso, y finalmente determinó que debíamos pagarles. Él explicó que la razón por la que ellos nos dieron gratuitamente la semilla fue que pensaron que carecían de valor para plantarse, pero en verdad eran excelentes para ese propósito. Quedamos asombrados al oír su decisión, pero innecesario es decir, cumplimos.

La historia se volvió un Kidush Hashem extraordinario a los ojos de los judíos del país. Todos estuvimos de acuerdo que era el claro cumplimiento de la promesa de D-os en la Torá (Levitico 25).

"Seis años sembrarás tu campo, y seis años recortarás tu viña, y recaudaras tu fruta. Pero el séptimo año será un descanso para la tierra, un descanso para Di-s...

Y si ustedes dirán: "¿Qué comeremos en el séptimo año? Mire, no sembraremos, ni recaudaremos nuestro producto"! Pero yo ordenaré mi bendición sobre ustedes...”

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Nota

Hoy, Komemiut es mundialmente famoso por su matzá Shmura de calidad superior - la matzá especialmente "cuidada” para Pesaj.

כי הם חיינו ואורך ימינו ובהם נהגה יומם ולילה

Ki hem jaienu veorej iamenu ubahem nehegue iomam balaila – Porque ellos son nuestra vida y prolongan nuestra existencia, y meditaremos en ellos día y noche.