domingo, setembro 30, 2012

Sucot: el eterno mensaje del Judaísmo.

Sucot, el eterno mensaje del Judaísmo.

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Pasamos los Iamim Noraím, se escribió y se firmo el veredicto y llegaremos a Sucot. A pesar que su séptimo día Hashanáh Rabá, es la última oportunidad que nos brinda el Bore Olam, El Creador del Mundo, para dirigirnos por el camino de las Mitzvot y de la Toráh.

Tiempo de cavilar un tanto en su filosofía, en su moraleja; algo tan importante en este mundo de exuberante vanidad y ostentación, que nos hace olvidar muchas veces al prójimo, a la injusticia que nos rodea.

Recordemos como reza Kohelet, el Eclesiastés que se leerá en Sucot. ¿Qué representa la sucáh?: “En cabañas habitaréis siete días, todo natural de Israel, habitará en cabañas para que sepan sus descendientes que en cabañas habitaron los hijos de Israel cuando los saqué de Egipto” (Levítico XXIII 42-43).

La cabaña es un virtual templo en el que todo judío erige su hogar. Simboliza entre otras cosas el sentido de la universalidad; puede levantarse en cualquier parte; implica paz; es como una carpa de pastores en el sentido más idílico.

Este año, 5772, pasamos tiempos difíciles. Levantemos nuestras plegarias con la filosofía con que muchos de nuestros sabios interpretan el simbolismo de Sucot.

Maimónides - RaMbaM sostiene: “La fiesta de las cabañas es una invitación a recordar en épocas de prosperidad los tiempos de pobreza y dificultades y que nos enseña a ser más generosos”.

Aceptemos nuestros momentos difíciles como un alto en el camino para reflexionar en el verdadero sentido de nuestra existencia y como dice Kohelet que se lee en Sucot: “Todo todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere bajo el cielo tiene su hora”; “Tiempo de nacer, tiempo de morir, tiempo de plantar, tiempo de arrancar, tiempo de buscar, tiempo de perder, tiempo de guardar, tiempo de desechar, tiempo de amar, tiempo de aborrecer, tiempo de guerra y tiempo de paz, qué es lo que fue, lo mismo que será, lo mismo que ha sido y hecho, lo mismo que se hará... y nada nuevo hay bajo el sol”.

Cito sólo algunos incisos de Kohelet que nos muestra que este alto en el camino, este alto en nuestra felicidad y abundancia, nos hace valorar nuestra vida, lo que fue, lo que es y lo que será y nos impulsa a escalar nuevos horizontes.

Cavilar es la enseñanza que nos dejo el rey sabio, el rey Shelomoh autor de los libros Mishle (Proverbios) y Shir Hashirim (Cantico de los Canticos), sobre el camino del hombre, sus etapas, su vida y el resumen final en Kohelet, Shelomoh (Salomón), hijo de David. Su versión teológica es relativamente simple: “El Señor, Creador del Mundo y todo lo hecho es con su sabiduría y poder”.

Es el lema que se repite en el Eclesiastés, Kohelet, con sus afirmaciones, sus aforismos. El libro se lee en Sucot; refleja y coincide con la ideología y filosofía de vivir ocho días en cabañas, en sucot.

Según el rey lo importante es buscar el orden establecido por D-os en el mundo y vivir en conformidad a él, respetar y observar sus mandamientos, es todo, dice Kohelet.

Eclesiastés es una palabra griega que significa predicador o presidente de una asamblea religiosa, de ahí la traducción Kohelet (Kahal = comunidad) el que congrega (así explica el sabio Rabi Itsjak Arama) . Según la tradición judía este libro fue escrito por el rey ya en su madurez, en su vejez, como resumen y balance de lo visto y vivido.

Se lee en Sucot, porque como dijimos es un poco el cierre, la evaluación final que coincide con el hecho de vivir modestamente en cabañas.
El signo dominante es, según algunos investigadores, pesimista; en él va reflexionando sobre las actitudes humanas desde el punto de vista de experiencia en la vida.

Sus versículos nos enseñan a valorar los momentos de felicidad y abundancia en épocas de carencia. Y junto a ello recordamos la moraleja de una parábola titulada “El déficit de la felicidad” que leímos hace muchos años y nos parece que viene muy al caso y que arriba a las siguientes conclusiones.

El cuento se refiere a una familia en su almuerzo del domingo, abuelos, padres, nietos, contentos, la familia unida. De pronto uno de los pequeños se cae y se lastima fuertemente. Entonces habla el abuelo (o el autor); “La felicidad necesita de contrastes, como el claroscuro realza las formas de la pintura, como las cimas y barrancos hacen más altas las cumbres”.

“Que la felicidad tenga un déficit, que siempre quede algo de apetito insatisfecho, una parte de ideal no alcanzado, un peldaño que subir, una cumbre de donde soslayar nuevos horizontes, porque será como la levadura en la masa, el acicate en la empresa a realizar, la curiosa inquietud para recorrer un nuevo camino”.

Y con este mensaje optimista que coincide, a mi manera de ver, con la filosofía de Kohelet, pasaremos cinco días después del ayuno – tsom, de Iom Kipur a sentarnos en las cabañas con nuestros seres queridos, donde valorizaremos nuestra esencia.

La sucáh por medio de su sejaj (su techo hecho con verde, crecido en la tierra), nos hace ver la realidad que nos circunda, ver la fragilidad del ser humano cuando nos abrazamos a una tabla de salvación, llamada materialismo.

La sucáh, nos enseña, que el aspecto material es importante pero no fundamental, que con su fragilidad, y su tambalear por efectos del viento y de la lluvia, esta no se derrumba.

Un mensaje individual y colectivo, por una parte cuando el judío esta aferrado a su Toráh, a su esencia, puede tambalear pero no cae, y observando el concepto más amplio, esto simboliza la vida del pueblo judío en la diáspora, que a pesar de sufrir los avatares del odio, de los ataques y de los deseos de su desaparecimiento, oscilando, balanceando de un lado a otro, pero nuestros fundamentos, tan enraizados, no dejan que nos derrumbemos.

No abandonemos nuestra esencia, nuestros fundamentos, Toráh, Jinuj (Educación), Ahavat Israel, y nuestra Sucáh permanecerá solida y resistente.

Jag Sameaj