sexta-feira, novembro 23, 2012

Perasháh en español: Vaietzé (Bereshit–Génesis 28:10–32:3)

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Vaietze

Servicio a la Habitación

Nos gustaría que todos nos trataran de forma correcta. Sin embargo, no siempre resulta de esta manera. Podemos sentirnos engañados. Pero, ¿eso nos da el derecho a engañar en respuesta a un engaño?

En nuestra parashá de la semana Iaacov pasa 20 miserables años trabajando para Laban, el tramposo. Este malvado hombre intentó cada truco existente para engañar a Iaacov, buscando arrebatarle todo lo que le correspondía legítimamente. Sin embargo, no sólo aprendemos que Iaacov nunca trató de engañar a Laban en respuesta, sino que fue extremadamente honesto con cada pequeño detalle de su trabajo.

Aprendemos de Iaacov la importancia de actuar correctamente, por su propio bien, sólo porque es lo correcto.

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En nuestra historia, una niña combate la tentación de "engañar de vuelta" después de sentirse engañada.

"Servicio a la Habitación"

El viaje de la Escuela Emet no salió exactamente como estaba previsto.

Llovió cuando se suponía que iba a estar soleado. Estuvo soleado, cuando se suponía que iba a llover.

El autobús se descompuso, ¡tres veces!

Sin embargo, los niños trataron de permanecer con buen ánimo. Después de todo, todavía esperaban el punto culmine del viaje: una noche en el lujoso hotel de cuatro estrellas ‘Elegante'.

El folleto que habían recibido describía amplias habitaciones con impresionantes vistas, una piscina cubierta, y un restaurante internacional de alta calidad.

Pero cuando llegaron allí se encontraron con una sorpresa. Las habitaciones eran amplias, ¡si es que uno las comparaba con un armario! La piscina estaba "cerrada por reparaciones". Y la comida... bueno, hizo que la cafetería de la escuela pareciera comida gourmet en comparación.

A la mañana siguiente, Débora y su amiga Nancy, quienes compartían una habitación, empacaban sus maletas para el viaje de regreso a casa.

"Bueno, la única cosa buena acerca de este lugar es que nos estamos marchando", dijo Débora, mientras doblaba su suéter.

"Sí", dijo Nancy. "Esta no era exactamente la experiencia de cuatro estrellas que esperábamos".

"¿Cuatro estrellas? ¡Yo ni siquiera le daría una media luna!", alegó su amiga. Las chicas rieron.

Sólo entonces el teléfono sonó. Se trataba de una llamada desde la recepción para que alguien de cada habitación firmara el formulario de check-out. "Yo voy", se ofreció Nancy. "De todos modos ya he terminado de empacar".

Nancy salió de la habitación, casi tropezándose con la alfombra desgarrada. Débora escuchó la puerta cerrarse detrás de su amiga.

Ella estaba dando una última mirada a la habitación para asegurarse de que no se había olvidado nada, cuando de pronto notó una toalla perfectamente doblada al lado de la ducha. "¿Quizás Nancy olvidó esto?", se preguntó a sí misma.

Débora tomó la toalla en su mano. Era grande, esponjosa y de color rosa. La frase: "Hotel Elegante - Un elegante hotel de 4 estrellas" estaba bordada en el costado. "Esta toalla es la única cosa elegante en este lugar", murmuró Débora.

Ella estaba a punto de devolverla a su lugar, pero entonces pensó: "Ey, esta es mi oportunidad para vengarme de este mugroso hotel. Después de todo nos engañaron y no nos brindaron el servicio que merecíamos... ¡y además nosotros pagamos por él! Por lo menos puedo llevarme a casa un souvenir".

Débora tomó rápidamente la esponjosa toalla de color rosa, la dobló, y la colocó en el fondo de su maleta. Cerró la maleta y estaba lista para bajar hasta el vestíbulo para encontrarse con su amiga. Sin embargo, la maleta parecía extrañamente pesada. Más pesada que lo que debería haber estado al agregar una pequeña toalla.

Débora se dio cuenta de que era su conciencia la que parecía añadir peso. "Espera un minuto", pensó. "¿Realmente tengo derecho de llevarme esta toalla? Es cierto, el hotel no nos trató bien, y yo nunca vendría aquí de nuevo. Pero aún así, robar es robar. Si tomo esto, no soy mejor que ellos".

Débora abrió su maleta, sacó la toalla y la arrojó sobre la cama mientras salía de la habitación. "¡Que se queden con su tonta toalla!", dijo ella, sintiéndose mucho mejor. "Por lo menos voy a hacer lo que es correcto".

Camino a encontrarse con su amiga, recogió su maleta, que ahora parecía mucho más liviana.