Hubo una vez una melodía
Cuando Rabí Israel Baal Shem Tov
Veía calamidades conmovedoras,
Solía ir a un lugar en el bosque,
Unirse ahí con su alma.
Y prendía ahí un fuego,
y rezaba una oración,
y con eso era suficiente...
Y cuando llegó su discípulo, el Maguid de Medzritsh
a pedir piedad por su rebaño,
solía ir al mismo lugar en el bosque
y charlaba con su creador:
“Señor del Universo...
yo no sé prender el fuego
pero la oración sí la sé
y debe ser suficiente con eso”...
Y con eso era suficiente...
Y cuando llegó el turno de Rab Moshe Leib de Sasob
Para salvar a la gente del decreto,
Solía ir al mismo lugar en el bosque,
y tarareaba con voz quebrada:
“Señor del Universo...
yo no sé prender el fuego, ni tampoco sé la oración,
pero conozco el lugar en el bosque,
y debe ser suficiente con eso”
Y con eso era suficiente...
Y cuando vino Rabí Israel de Rodjin
A rescatar a sus seguidores de la desgracia,
Solía sentarse en el sillón, en su cuarto,
con la cabeza entre sus palmas:
“Señor del Universo...
Yo no sé prender el fuego
Ni tampoco sé la oración.
Tampoco conozco el lugar en el bosque.
Yo solamente sé narrar la historia
Y debe ser suficiente con eso”
Y con eso era suficiente...
Señor del Universo...
Nosotros no sabemos prender el fuego
Y nunca aprendimos la oración.
No conocemos el lugar en el bosque
Ni tampoco la melodía de esa historia.
Pero hay una cosa que sabemos,
Y seguramente no es suficiente:
Sólo esto nosotros sabemos
–Que hubo una vez una melodía. . . .