domingo, janeiro 02, 2011

Suicidio

Suicidio


La culpa que corroe


Cierta vez escuché un célebre psiquiatra discurrir sobre los aspectos psicológicos del suicidio. No es fácil entender el suicidio, pues es difícil imaginar cómo alguien puede realmente tirar su propia vida. ¿A que abismos del desespero una persona es llevada antes de destruir su propia existencia? ¿Qué es lo que va adentro de su mente cuando decide dar este paso final, fatal? El psiquiatra enfatizó que muchos suicidios se originan de una culpa no resuelta, consecuencia de una transgresión contra el próximo, contra D's, o contra sí mismo.

Este sentimiento de culpa es muy grande para suportar y comienza a embolar ideas que no existen. La destrucción del propio ser se torna, en su mente, una alternativa agradable a una vida oprimida por este poderoso sentimiento de vergüenza. Sabe que no hay como escapar de su culpa, ninguna forma de recomienzo y solo le resta terminar con ella.

Esto se torna claro para mí como un rollo. Cuando vivíamos en Buenos Aires, había una familia en el edificio con quien teníamos amistad. En la época no sabíamos que el marido era infiel a su esposa. El guardaba bien el secreto, pero no conseguía ocultar de sí mismo la culpa. ¿Quien podía imaginarse que la tempestad le atormentaba la mente? Dividido entre la culpa y su ansiedad, la tensión fue insoportable. Cierta noche, fue de coche hasta un lugar desierto, estiró una manguera de escapamiento para dentro del coche, forrando todo con frazadas y prendió el motor. Su cuerpo fue encontrado al otro día, la cara con el amoratado característico de envenenamiento de monóxido de carbono. Dejo una viuda y cuatro huerfanos.

Preguntamos nos lo que era peor: ¿engañar la mujer o dejarla viuda con cuatro niños sin padre? ¿Como podría este hombre sacarse su propia vida cuando tenía tanto para vivir?

¿Hablando en eso, como alguien puede sacarse su vida? Con seguridad cualquier tipo de vida es preferible a cometer suicidio! Pero no entendemos la fuerza de la conciencia humana, el ser interior que juzga los actos. En la mejor de las hipótesis puede ser un juez severo; y en la peor, un tirano implorarle.

Cada uno posee un código moral, algún censo de cierto o errado. Sentimos tener una especie de conciencia, alguna placa en el camino de la vida. Es interesante notar que, mismo quien dice no creer en D’s, dice creer en la ideas de cierto o errado.

De fato, con frecuencia insiste que honra los dictames de su conciencia mas afondo, de los que dicen creer en D’s.

Algunos agnósticos van tan lejos a punto de decir que hay razón en no creer en D's, no se debe amar menos a la religión, por amaren mas a la conciencia!

Hay muchos que afirman no creer en el alma humana, pero préndense firmemente la idea de conciencia humana, al concepto intrínseco de bien y mal. ¿Es posible imaginar paradoja mayor? Las propias personas que rechazan a D’s, que rechazan el alma, todavía reverencian la conciencia que es la voz del alma, la voz interior de D’s!

¿O que es este tirano misterioso y maravilloso, este déspota, este déspota interno, esta conciencia humana, que levanta la voz siempre que la desobedecemos y puede llevar el hombre al desespero y hasta la muerte? Cierta vez un niño dijo que conciencia era “sentirse tan mal cuando todo lo demás se sentía tan bien”