sexta-feira, outubro 26, 2012

Perasháh en español: Lej Lejá (Genesis 12–17)

lej Leja

Déjalo Pasar

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Es difícil ir en contra de la multitud. Pero, ¿qué podemos hacer cuando sabemos que es lo correcto?

En nuestra parashá de la semana aprendemos acerca de Abraham. En el tiempo de Abraham el mundo entero adoraba ídolos de cultos sin sentido y se habían olvidado de la existencia de Dios. Sin embargo, Abraham era más sabio.

En lugar de simplemente seguir la corriente como todos los demás, él defendió la verdad, y trató de enseñarla al mundo para que todos la conocieran también. Él tomó un gran riesgo, pero la verdad es que él ayudó a traer a Dios de vuelta a la vida de las personas y quedó inscrito en la historia como el padre del pueblo judío.

De él aprendimos a defender la verdad.

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En nuestra historia, una niña defiende la verdad, a pesar de que sea difícil.

"Déjalo Pasar"

Esther tomaba notas frenéticamente mientras que la Sra. Hillman, la profesora de biología, hablaba y hablaba sin parar.

Como era nueva en la escuela, Esther se esforzaba realmente duro para intentar causar una buena impresión y tener éxito en sus clases, especialmente en biología, donde la Sra. Hillman era reconocida por ser una excelente profesora, pero muy estricta.

"Bueno clase, ahora por favor, presten atención", anunció la Sra. Hillman. "Ahora vamos a ver una diapositiva de una ameba real, la pequeña criatura unicelular que hemos estado estudiando el día de hoy. Me gustaría que cada uno de ustedes, fila por fila, se acerquen hasta el gran microscopio y observen la ameba".

Uno por uno los estudiantes se acercaron nerviosamente al poderoso microscopio y observaron con dificultad a través de su lente. Algunos de los niños más bajitos tuvieron que pararse en la punta de sus pies para alcanzar a ver.

"La ameba es aquel círculo redondo con forma de cabello en el centro de la diapositiva", dijo la profesora. "¿La ve?", insistió, mientras la primera alumna observaba a través del lente. "Sí, señora", dijo la niña, y se apresuró a volver a su asiento.

Esta escena se repitió una y otra vez a medida que la clase observaba la ameba por turnos.

Por último, era el turno de Esther. Como ella se había sentado en la fila de atrás, era prácticamente la última de la fila. Ella se acercó cautelosamente al intimidante microscopio mientras la profesora, aún más intimidante, permanecía de pie a su lado.

Esther puso su ojo en el lente y observó detenidamente a un lado y a otro. Ella estaba asombrada de ver... ¡absolutamente nada! Para ella se veía como una diapositiva totalmente en blanco, un fondo blanco sin nada en él.

"Bueno, ¿la ves?", repitió la profesora con un tono de impaciencia en su voz.

Esther levantó la cabeza y no dijo nada. "¿Qué debo hacer?", pensó. "Todas las demás la vieron. Si reconozco que yo no la veo, todo el mundo pensará que soy tonta o algo así".

Ella estaba a punto de mover su cabeza en señal de un "sí" y caminar hacia atrás hasta su asiento. Entonces pensó una vez más, "Pero yo no vi ninguna ameba. La verdad es la verdad y no voy a mentir, no me importa lo que piensen los demás".

Esther le sonrió dulcemente a la maestra que miraba disgustada en su dirección. "Bueno, cuéntanos Esther, ¿ve usted también la ameba o no?".

Esther tragó duro y dijo: "Lo siento señora, pero yo no veo ninguna ameba ni ninguna otra cosa en la diapositiva".

El rostro de la profesora se tornó rojo mientras que la clase trataba de calmar sus risas nerviosas.

"Déjeme ver la diapositiva", dijo la Sra. Hillman, conteniendo apenas su exasperación. Ella puso su ojo en el microscopio y frenéticamente movió todos los diferentes ajustes.

Por último tomó el contenedor donde se colocan las diapositivas, sacó la diapositiva y quedo con la boca abierta. "Una diapositiva en blanco", murmuró, pero rápidamente recuperó su compostura.

Sonriéndole a Esther, ella anunció en voz alta, "joven dama, le debo una disculpa. Realmente no hay ninguna ameba para ver. Debemos haber colocado accidentalmente la diapositiva incorrecta".

Mirando a la clase, la Sra. Hillman sacudió su cabeza y dijo en voz baja, casi para sí misma, "Me alegro de ver que tenemos al menos una alumna con integridad en esta clase. ¿Qué fue lo que todo el resto de ustedes vio?".

Esther caminó de vuelta hasta su asiento. Se sentía un poco avergonzada por toda la escena, pero muy contenta de haber dicho la verdad.

Mientras ella se sentaba, Lucia, una de las mejores estudiantes de la clase le dio una palmadita en la espalda. Con un guiño de ojo le susurró. "Yo tampoco vi una ameba y todos los demás tampoco la vieron. Pero tú fuiste la única lo suficientemente valiente como para adoptar una postura y decir las cosas como son".

Esther sonrió y sintió que por decir la verdad acerca de una pequeña ameba ella había tomado un paso en la dirección correcta.